"A Cris"
"No es suficiente con pedir un deseo
tenemos que mover el corazón y el alma
para cumplir nuestros sueños"
A GOLPE DE TIMÓN
Es posible que Dios entre su bruma
sumergiera su voz para escucharte
en esa novedad de cada ocaso.
Es posible que Dios te dibujara
con su pincel azul para exigirte
un horizonte eterno en melodías.
Es posible que Dios te regalara
toda la juventud calladamente
como él crea las cosas, a destiempo
quizá para nosotros. En tu arena
fuimos una alborada incandescente,
un perfil amoroso entre sus manos.
Cada tarde contemplo tus contornos
sentado en ese muro de la dársena
con mis ojos rendidos y quebrados
de tejer con esperas los regresos
inútiles del día que no llegan.
Atada en el noray mi soledad
como una embarcación balanceándose
a golpe de timón. Tiemblan los pájaros
igual que tiembla el sol en cada aurora.
Miro la desnudez en tus riberas
y veo mi color tan ceniciento,
mis mejillas de arrugas más pobladas
que de estrellas fugaces el espacio.
Tú con la majestuosidad de siempre
cuando extiendes tus olas y despliegas
tus azuladas formas en la arena
como un ángel extiende sus dos alas.
Treinta años contemplando los cristales
de tus desnudas aguas, tus espumas,
con la misma solemnidad del vuelo,
con el mismo temblor que mi memoria
recuerda las primeras soledades.
Y seguiré escuchando mar tu nombre
hasta la saciedad de los crepúsculos.
Quizás a imagen tuya mis naufragios
se crearon igual que tus orillas
a impulsos sucesivos de derrotas.
Escucho tu reloj en bajamar,
tu diáfano reloj de sal y arena
marcando los instantes más ocultos
que guardas en tu labio impenetrable.
Los latidos del aire en mi arrecife
las súplicas sumergen en tu inmensa
burbuja de epitafios nunca escritos.
Demasiada ebriedad para ocultarte
la sombra que se cierne en mi materia,
el eco horizontal de mis palabras
agónicas de luz y de sentido.
Navegaré eludiendo acantilados
al roce de tus aguas con el cielo,
para hablarte al oído de mis dudas.
Tal vez, por fin, te apiades de mis pulsos,
de mi vencido fuego y de su llama,
que enciende la ceniza del recuerdo
el ascua del ausente paraíso.
En la decrepitud de mis mareas
volverás nuevamente como un sueño
repite el episodio más absurdo.
Estamos más unidos que el reflejo
de la nube en tu labio melancólico.
Seré puntual, puntual para esperarte.
Sentado aguardaré con el cansancio
los últimos suspiros de la tarde
y un pálpito de amor que se deslice
por el envés del vértice marino
de mi alma, donde escondo los secretos.
Demasiado silencio va guardando
lo espontáneo del día que se acaba
con el graznar de las gaviotas. Vuelve
la plenitud a mis rincones íntimos
y tus playas extienden sus rompientes
al alba de mi corazón sombrío.
Teodoro Rubio
Es posible que Dios entre su bruma
sumergiera su voz para escucharte
en esa novedad de cada ocaso.
Es posible que Dios te dibujara
con su pincel azul para exigirte
un horizonte eterno en melodías.
Es posible que Dios te regalara
toda la juventud calladamente
como él crea las cosas, a destiempo
quizá para nosotros. En tu arena
fuimos una alborada incandescente,
un perfil amoroso entre sus manos.
Cada tarde contemplo tus contornos
sentado en ese muro de la dársena
con mis ojos rendidos y quebrados
de tejer con esperas los regresos
inútiles del día que no llegan.
Atada en el noray mi soledad
como una embarcación balanceándose
a golpe de timón. Tiemblan los pájaros
igual que tiembla el sol en cada aurora.
Miro la desnudez en tus riberas
y veo mi color tan ceniciento,
mis mejillas de arrugas más pobladas
que de estrellas fugaces el espacio.
Tú con la majestuosidad de siempre
cuando extiendes tus olas y despliegas
tus azuladas formas en la arena
como un ángel extiende sus dos alas.
Treinta años contemplando los cristales
de tus desnudas aguas, tus espumas,
con la misma solemnidad del vuelo,
con el mismo temblor que mi memoria
recuerda las primeras soledades.
Y seguiré escuchando mar tu nombre
hasta la saciedad de los crepúsculos.
Quizás a imagen tuya mis naufragios
se crearon igual que tus orillas
a impulsos sucesivos de derrotas.
Escucho tu reloj en bajamar,
tu diáfano reloj de sal y arena
marcando los instantes más ocultos
que guardas en tu labio impenetrable.
Los latidos del aire en mi arrecife
las súplicas sumergen en tu inmensa
burbuja de epitafios nunca escritos.
Demasiada ebriedad para ocultarte
la sombra que se cierne en mi materia,
el eco horizontal de mis palabras
agónicas de luz y de sentido.
Navegaré eludiendo acantilados
al roce de tus aguas con el cielo,
para hablarte al oído de mis dudas.
Tal vez, por fin, te apiades de mis pulsos,
de mi vencido fuego y de su llama,
que enciende la ceniza del recuerdo
el ascua del ausente paraíso.
En la decrepitud de mis mareas
volverás nuevamente como un sueño
repite el episodio más absurdo.
Estamos más unidos que el reflejo
de la nube en tu labio melancólico.
Seré puntual, puntual para esperarte.
Sentado aguardaré con el cansancio
los últimos suspiros de la tarde
y un pálpito de amor que se deslice
por el envés del vértice marino
de mi alma, donde escondo los secretos.
Demasiado silencio va guardando
lo espontáneo del día que se acaba
con el graznar de las gaviotas. Vuelve
la plenitud a mis rincones íntimos
y tus playas extienden sus rompientes
al alba de mi corazón sombrío.
Teodoro Rubio
1 comentario:
Estamado Joshua Naraim: por casualidad he visto en internet mi poema "A golpe de timón". Te agradezco muchísimo el detalle de colgarlo. Un saludo cariñoso. Teodoro Rubio (teo_rubio_m@hotamail.com)
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