sábado, 30 de abril de 2005

CONTEMPLACIÓN PRIMERA

"Y todas las cosas para llegar a ser se miran
en el vacío espejo de su nada."
José Ángel Valente

Amanece febrero. Mediodía. El tiempo no se sucede.
Qué belleza el agua y la tregua que así se contemplan y callan,
el aire que suave me respira y a mí sabe, y sabe de mí
y me roba el alma para entregármela después transparente
y feliz. El aire me conduce ligera por los campos de heno
de mi corazón, ahora tranquilos, liberados, llenos
de esta savia nueva y esta fuerza indulgente que me colma.
Inmovilidad ante el mundo. Inmovilidad del mundo
que, suave y silencioso, me encauza hacia mí misma
y vuelo amorosamente sobre lo que ha sido y lo que será.
Qué feliz lejos de todo, todo lejos: el verano,
las regiones saladas, el tiempo, la distancia, la vida.
La palabra es la mirada. Con sorpresa, levanto los ojos
y contemplo con emoción que el mar me mira. ¡Felicidad!
Y también las palmeras, la arena de azafrán y aquel antiguo
olivo tuyo. ¡Oh, Señor! La música me asombra. Me escucha.
Por primera vez, estoy en ellos y ellos en mí. Mi corazón
henchido de mi alma y mi alma henchida de mi corazón.
¡Armonía buscada siempre fuera cuando estabas tan cerca!
¡Ceguera de la donación que nos ciega y ciega a los otros
y más nos hiere y nos deja con la vida contra la vida!
Mediodía. El tiempo no se sucede. Salgo de mí y voy a él
y a él me debo. Por fin, la unión deseada me ha sido concedida.

Sara Pujol Russell

ENSÉÑAME, AMOR

"Yo concibo el espíritu como el olor de una rosa; que siendo ella tan
pequeña por mayor que sea, él puede hacer una rosa del tamaño de la luz
del día o de la sombra de la noche."
Juan Ramón Jiménez



Enséñame, amor, la permanencia de lo amado en el amor.
Enséñame el aire que mesa las hojas de los sauces
y el lento vuelo de los álamos por las aguas frías.
Enséñame a vivir como una alondra en las ramas de tu aire,
vivir como un beso en la tarde de azahar que vive en ti.
Enséñame la fuerza del río en los montes y la suave
fe de los frutos que se ignoran a sí mismos para ser fruto.
Enséñame la eterna sabiduría del bosque en marzo,
la belleza de lo que no tiene nombre y vive en la sonrisa.
Enséñame a soñar con el tranquilo aroma de tu abrazo,
a ser rosal de calma y lluvia en la tormenta que me niega.
Enséñame en tu cuerpo la palabra; en tu piel, la alegría;
en tu beso, la libertad; en tu ausencia, el fuego de la ausencia.
Enséñame el asombro, a correr por la soledad como un canto,
a sentarme en los árboles y los ríos y permanecer,
a ser algo más que tristeza, carne y brevedad fundidas,
a ser llama de tu llama y paz en la paz de tu cuerpo.
Enséñame a elevar los montes sobre el río, a elevar playas
sobre la nieve, el desencanto, el desasosiego y el olvido.
Enséñame tu cuerpo. Enséñame la vida con tus manos.
Enséñame, amor, hoy que es otoño, a parecerme a la vida.

Sara Pujol Russell

jueves, 28 de abril de 2005

FE DE VIDA (II)

“El amor en los tiempos del cólera es un libro
para leer en la arena de tu vientre”
Cristina Novoa

FE DE VIDA

Nadie sabrá las veces, las mil veces,
después de la tristeza o de la humillación,
que envidié la sonrisa de los cínicos,
esa distancia fría de sus labios
ante la realidad. Son como estatuas
sobre el declive amargo del otoño,
y en las seguridades de la piedra
no conciben el riesgo de la fe,
la luz que se hace vida, pero luego
puede sentir la mordedura,
el veneno amarillo
de la vejez, la quiebra y el ridículo.

No conciben heridas. Serán porque recuerdan
la pureza metálica del justo
que agita su sermón
más allá de las dudas y de las decisiones,
clamando contra el filo de los sueños,
contra la incertidumbre,
sin asumir ninguna
responsabilidad en la quietud,
con su orden de muerte y de injusticia.

Al caminar un día
sobre los arrabales de la Historia,
mientras la luz deshecha buscaba solidez
en el cemento y en los vertederos,
sentí –igual que se perciben
las inquietudes y los atardeceres-
que la verdad abstracta
es legitimación de la mentira.
Y no pude salvarme, ni ser puro,
ni sonreír con labios de distancia.
No me quedé en los márgenes,
ni en mesas de camilla,
ni en la capa del noble, ni en la canción de infierno.

Pero la luz se enfría débil sobre los campos
y quien regresa siente las manchas de la tarde.

Nadie sabrá jamás
las veces, las mil veces,
que envidié la sonrisa de los cínicos,
la pureza metálica del justo,
después de los regresos y de la humillación,
al sentirme manchado por la luz
y al conservar en la memoria,
en la izquierda vacía de mi cama,
como la sombra hiriente del cuerpo que se ha ido,
la memoria dudosa y palpitante
de algún amanecer.

Porque tal vez la vida
sólo nos quiere dar
aquello que después sabe quitarnos.

Luis García Montero

miércoles, 27 de abril de 2005

FE DE VIDA (I)

"Y si nada nos libra de la muerte,
al menos que el amor nos salve de la vida".
Javier Velaza


Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas)
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.)
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
el aroma del azahar, la noche de las orquídeas
en las calas olvidadas.
Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie con los relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla.
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
sobre las olas que pasan,
como un remo perdido.
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.
Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del conocimiento
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con sus muchas luces:
las de oro encendido y las de frío verdor.
O con la luz de todos los azules.
Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como cuchillos.
Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano como a puñado de sal.
O de luz.
Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –al fin- pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.

Antonio Colinas

domingo, 24 de abril de 2005

Y MIRARSE A LOS OJOS

Han pasado los vientos
y mirarse a los ojos no es sencillo.

Vivir esta ciudad
es pisar un jardín de tachaduras,
la presencia infrectada de lo que ya no existe,
de lo que fue recinto de invierno
o refugio del sol,
teatro de las lluvias y de los conocidos.

Recorrer la memoria de las habitaciones
es provocar la niebla del interrogatorio.
Y no deben hablar, pero se anulan
en un silencio turbio
que delata el pasado de las sombras pacíficas,
los cristales hirientes por donde pisa el orden,
las botellas guardadas en mensajes vacíos.

Porque apago las horas
con el interruptor de los olvidos
y retumban los pasos en el sótano.
Imagínate tú, la habitación,
las llaves en la puerta,
los tacones que cruzan el pasillo,
la cremallera seca
y el cuerpo que no ofrece libertad,
sino cansancio,
calor de más, excusas previsibles.
Así llegan los sueños,
mártires descentrados de un corazón maníatico.

Han pasado las leyes del honos y la vida,
las mejores palabras,
y mirarse a los ojos no es sencillo.

Luis García Montero

viernes, 22 de abril de 2005

NARANJAS Y CIPRESES

“La muerte no consiste
en no poder comunicar
sino en ser ya para siempre incomprendido.”
Pier Paolo Pasolini


Déjalo ya. Recorre este silencio
de naranjas sin sol y cipreses sin luna.
Ahora que la verdad y la mentira
se alejan fatigadas
en el humo amarillo de un desdén,
tendrás que defenderte
de los rencores y el patetismo.
La muerte es un contable
perdido en la inocencia de los números.

Avara, sin excusas,
con sus cuentas inútiles y con sus manos frías,
se acercará a tu casa.
Espera la visita
y reconoce
una extraña dureza familiar
en el último paso.
Quien se arriesga a vivir un sueño ajeno
acaba por ser víctima
de sus propios fantasmas.

Luis García Montero

miércoles, 20 de abril de 2005

HOMBRE SIN OPINIONES


Con palabras manchadas de café
y tibias sobremesas familiares
intuí, por los ecos
de la vida en la paz de los manteles,
esa misma certeza que luego me enseñaron
los tilos y el paraguas
en las conversaciones del otoño.
Sobrevivir
tiene pasos de zorra,
la cordura amarilla del secreto.

Una extensa mañana de cristales helados
me procuró lecciones y maestros,
fórmulas matemáticas y palabras divinas
que no llegué a entender, por que al oírlas
reconocí de nuevo
que el arte de la edad es ser noviembre,
hilvanar los disfraces
con seda ambigua del amanecer
y costuras de luz al mediodía.

Al salir a la calle,
después de visitar algunos bosques
y ver que se convierten en frutas consumidas,
aprendí que no debo
nombrar la soga en casa del ahorcado,
discutir la traición con los traidores,
responder las preguntas del político.

Apoyado en la barra, lentamente
he apurado la copa
de los jardines amarillos
y paso entre los cuerpos de la fiesta
sin desplegar los labios.
Ya no tengo opiniones. Cierro la puerta y voy
en dirección al mundo de mi casa.

He aprendido a callarme cuando me quedo solo.
Luis García Montero

lunes, 11 de abril de 2005

Tristeza

De repente, se dio cuenta de que su vida avanzaba lenta, hacia ninguna parte, como la cucaracha que trepaba por la cortina del salón y ni siquiera sabía, con seguridad, si las cucarachas trepan por las cortinas de un salón, Y el salón estaba lleno de libros y, de pronto, le pareció todo un cementerio. Y los libros, las lápidas de esos señores que los escribieron y que figuraban en las portadas, muchos de ellos efectivamente muertos. Y se dio cuenta de que la tristeza es lo contrario de la alegría y que la tristeza también puede matar, por ejemplo, un domingo por la tarde. Y pensó en todos esos barcos que cabecean atados, amarrados, en los muelles del mundo. ¿Qué es mejor? La tormenta en medio del océano o la tormenta de nervios en un vaso de agua. La aventura exterior o la doméstica. ¿Qué es más duro? No lo sabía, mientras miraba a la cucaracha que trepaba y que podía llamarse Gregorio Samsa, como la de Kafka. Recordó él, no Samsa, que, cuando niño, todo funcionaba como la lavadora que estrenó su madre con instrucciones en cinco idiomas. Recordó que el escritor Pessoa decía que él no era pesimista, que era triste, algo muy distinto. La tristeza sólo es necesaria para librarse de ella, y rápido.

César Casal

sábado, 9 de abril de 2005

El poder

¿Quién tiene más poder: el que domina los despachos o el que domina su vida? ¿Qué es mejor: tener peso en la sociedad o tenerlo en tu casa? ¿Quién es más listo: el que tiene la nómina y el coche blindados o el que trabaja su horario y disfruta de la caña diaria o del paseo vespertino? El trabajo sólo es una realización en su justa medida. Los hombres que tienen una agenda frenética viven lo que les plantean sus secretarias. Casi no saben qué será de ellos al día siguiente. Dicen que todo tiene sus plazos, como las malditas hipotecas. Hay momentos para exprimirte y dar todo de ti y otros para mirar cómo se exprimen los demás. Lo peor de entregarte en cuerpo y alma es que te olvidas de mirar hacia dentro, casi te olvidas de quién eres y de por qué haces todo lo que haces. El auténtico poder lo disfruta el que domina sus horas, el que sabe que una sonrisa es una cometa al viento. Cierto es que nuestra sociedad necesita líderes. Pero yo me quedo con los trabajadores honrados, con los profesionales que hacen su trabajo como amanuenses, que cumplen a la perfección, sin vanidades, y se marchan a sus casas para disfrutar de su otra vida: la auténtica.
César Casal González (La voz de Galicia, 8/4/2001
)

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