martes, 29 de junio de 2004

SUÉLTATE


Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.
La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida.
Pensaba en la cercanía de la muerte, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.
En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: AYÚDAME DIOS MIO¡¡¡
De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
-¿QUE QUIERES QUE HAGA?
- Sálvame Dios mío
- ¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR?
- Por supuesto Señor
- ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...
Hubo un momento de silencio; el hombre se aferró más aún a la cuerda.
Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista colgando muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...
¿Y tú que tan aferrado estás a tu cuerda? ¿Te soltarías?

domingo, 27 de junio de 2004

Silogismos de la amargura


Este fue el segundo libro de E. M. Cioran publicado en Francia, en 1952, y es uno de los títulos fundamentales de este pensador apátrida nacido en Rumania en 1911.

En Silogismos de la amargura están presentes los temas de reflexión que acompañaron durante su vida al pensador que fuera un rotundo demoledor de ideas preconcebidas. Estas son apenas unas muestras de los amargos silogismos.

-Quién este considerado por sus amigos como alguien extraordinario, no debe dar pruebas de lo contrario. Que evite dejar trazas y sobre todo que no escriba, si desea ser algún día para todos lo que fue para algunos solamente.

-Incorrecto hasta lo intolerable, mezquino, desastrado, insolente, sutil, intrigante y calumniador, captaba los menores matices de todo, gritaba feliz ante una exageración o una broma... Todo en él era atrayente y repulsivo. Un canalla al que se echa de menos.

-Nuestra misión es realizar la mentira que encarnamos, lograr no ser más que una ilusión agotada.

-El último recurso de aquellos a quienes el destino ha maltratado es la idea de destino.

-La propensión al suicidio es propia de los asesinos temerosos, respetuosos de las leyes; al tener miedo a matar, sueñan con aniquilarse, seguros como están de su impunidad.

-Asisto aterrado a la disminución de mi odio hacia los hombres, a la pérdida del último vínculo que me unía a ellos.

-¿La verdad? Se halla en Shakespeare —un filósofo no podría apropiársela sin estallar con su sistema . Ante la verdad sólo puede imponerse la amargura, quizá.

-Nada seca tanto la inteligencia como la repugnancia a concebir ideas oscuras.

-Para quien haya respirado la Muerte, ¡qué desolación el olor del Verbo!

-Más que un error de fondo, la vida es una "falta de gusto" que ni la muerte, ni siquiera la poesía, logran corregir.

-La filosofía sirve de antídoto contra la tristeza. Y hay quienes creen aún en la profundidad de la filosofía.

-Si apenas he obtenido ideas de la tristeza, es porque la he amado demasiado para empobrecerla ejercitándome en ella

-Somos todos unos farsantes. Sobrevivimos a nuestros problemas.

-Cuanto más difuso sea el objeto de una pasión, mejor ella nos destruye; la mía fue el Hastío: sucumbí a su imprecisión.

-La fe, la política o la violencia reducen la desesperación; por el contrario, todo deja intacta a la melancolía: ella sólo podría cesar con nuestra sangre.

-En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar.

-Gracias a la melancolía -ese alpinismo de los perezosos-, escalamos desde nuestro lecho todas las cumbres y soñamos en lo alto de todos los precipicios.

-Si alguna vez has estado triste sin motivo, es que lo has estado toda tu vida sin saberlo.

-La tristeza: un apetito que ninguna desgracia satisface.

-Oriente se interesó por las flores y el renunciamiento. Nosotros le oponemos las máquinas y el esfuerzo, y esta melancolía galopante -último sobresalto de Occidente.

-Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado.

-El deseo de morir fue mi única preocupación; renuncié a todo por él, incluso a la muerte.

-Dejad de pedirme mi programa: ¿Acaso respirar no es uno?.

-Si exprimiéramos el cerebro de un loco, el líquido obtenido parecería almíbar al lado de la hiel que segregan algunas tristezas.

-Sin la esperanza de un dolor aun mayor, no podría soportar éste de ahora, aunque fuese infinito.

-Refutación del suicidio: ¿No es inelegante abandonar el mundo que tan gustosamente se ha puesto al servicio de nuestra tristeza?.

-Sólo se suicidan los optimistas, los optimistas que ya no logran serlo. Los demás, no teniendo ninguna razón para vivir, ¿por qué la tendrían para morir?.

-¿Superará el hombre algún día el golpe mortal que le ha dado la vida?.

-Creo en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro.

-Mi avidez de agonías me ha hecho morir tantas veces que me parece indecente abusar aún de un cadaver del que ya nada puedo sacar.

-Quien teme perder su melancolía, quien tiene miedo a superarla, con qué alivio constata que sus temores no tienen fundamento, que ella es incurable...

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