-¿Qué tal estás?
-¡Cómo los japoneses!-dice sin mover los labios
-¿...? -me sorprende la respuesta.
- Jodido (con perdón), resignado y aparentemente tranquilo -aclara.
Decido desayunar fuera, en un sitio nuevo, desconocido, extraño. Tomo un periódico del día, lo abro al azar y caigo en las páginas de opinión y leo una carta de un desconocido F. Javier Santos que titula:
¡Por qué no se indigna?