lunes, 29 de septiembre de 2008

Abrázame, dame tu calor...

A mis queridas brujas

El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques.

El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de la propiedad, pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando en el plazo de un año hallara la respuesta a una pregunta difícil.

La pregunta era:
¿Qué quiere realmente la mujer?

Semejante pregunta dejaría perplejo hasta al hombre más sabio y al joven Arturo le pareció imposible contestarla. Con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regresó a su reino y empezó a interrogar a la gente.
A la princesa, a la reina, a las prostitutas, a los monjes, a los sabios y al bufón de la corte… En suma, a todos, pero nadie le pudo dar una respuesta convincente. Eso sí, todos le aconsejaron que consultara a la vieja bruja, pues sólo ella sabría la respuesta.

El precio sería alto, ya que la vieja bruja era famosa en todo el reino por el precio exorbitante que cobraba por sus servicios.

Llegó el útimo día del año convenido y Arturo no tuvo más remedio que consultar a la hechicera. Ella accedió a darle una respuesta satisfactoria, a condición de que primero aceptara el precio.
Ella quería casarse con Gawain, el caballero más noble de la Mesa Redonda , y el más íntimo amigo de Arturo.

El joven Arturo la miró horrorizado: era jorobada y feísima; tenía un solo diente, despedía un hedor que daba náuseas, y hacía ruidos obscenos.
Nunca se había topado con una criatura tan repugnante.
Se acobardó ante la perspectiva de pedirle a su amigo de toda la vida que asumiera por él esa carga terrible. No obstante, al enterarse del pacto propuesto, Gawain afirmó que no era un sacrificio excesivo a cambio de la vida de su compañero y la preservación de la Mesa Redonda.
Se anunció la boda y la vieja bruja, con su sabiduría infernal, dijo:

Lo que realmente quiere la mujer es ser soberana de su propia Vida.

Todos supieron al instante que la hechicera había dicho una gran verdad, y que el joven rey Arturo estaría a salvo.
Y así fue, al oír la respuesta, el monarca vecino le devolvió la libertad.
Pero menuda boda fue aquella… Asistió la corte en pleno, y nadie se sintió más desgarrado entre el alivio y la angustia, que el propio Arturo.
Gawain se mostró cortés, gentil y respetuoso mientras que la vieja bruja hizo gala de sus peores modales: engulló la comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitió ruidos y olores espantosos, etcétera, etc étera. (¡Qué asco!)
Llegó la noche de bodas y cuando Gawain, ya preparado para ir al lecho nupcial, aguardaba a que su esposa se reuniera con él, apareció ella con el aspecto de la doncella más hermosa que un hombre desearía ver.
Gawain quedó estupefacto y le preguntó qué había sucedido.
La joven respondió que como había sido cortés con ella, la mitad del tiempo se presentaría con su aspecto horrible, y la otra mitad con su aspecto atractivo.
¿Cuál preferirías para el día, y cuál para la noche?

¡Qué pregunta cruel!
Gawain se apresuró a hacer cálculos… ¿Querría tener durante el día a una joven adorable para exhibirla ante sus amigos y por las noches en la privacidad de su alcoba, a una bruja espantosa?
¿O prefería tener de día a una bruja, y a una joven hermosa en los momentos íntimos de su vida conyugal?
¿Y tú qué hubieras preferido? ¿Qué hubieras elegido?
La elección que hizo Gawain está más adelante, pero antes de leerla toma tu propia decisión…
y prosigue…




El noble Gawain replicó que

LA DEJARÍA ELEGIR POR SÍ MISMA.

(¡Genial!)

Al oír esto, ella le anunció que sería una hermosa dama, de día y de noche, porque él la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida.
¿Cuál es la Moraleja ? La moraleja está más abajo, pero antes de leerla piensa en ella…

LA MORALEJA ES QUE NO IMPORTA SI LA MUJER ES BONITA O FEA, ¡EN EL FONDO SIEMPRE ES UNA BRUJA INTELIGENTE!










martes, 9 de septiembre de 2008

Lecciones de vida (2)


A Nuria
(...la violencia no tiene porqué ser física.)

"Quién me insulta siempre no me ofende jamás"
Victor Hugo


De niño, Arún Gandhi no creía en la paz, sino en la venganza. El quinto de los 14 nietos de Mahatma Gandhi, líder espiritual y político de La India conocido por su filosofía y práctica de la no-violencia, estaba obsesionado con devolverles la paliza a la panda de sudafricanos que, cuando tenía 10 años, le golpearon y humillaron debido al color aceitunado de su piel. Demasiado oscura para los racistas blancos. Pero demasiado clara para que los negros le consideraran uno de los suyos. Arún nació en la ciudad de Durban, Sudáfrica, en abril de i934. Allí nacieron también sus dos hermanas, Sita y Ela, y allí conoció en sus carnes lo que es el odio, la injusticia y la violencia, para después dedicarse a llevar a todas partes un mensaje de paz. Ahora, con 70 años, pocas arrugas para su edad, gafas y una cuidada barba plateada, el incidente que le marcó de chaval sigue siendo un “recuerdo intenso”, confiesa.

Con la esperanza de que pasar un tiempo con su abuelo ayudaría a Arún, de 12 años, a controlar su furia y a afrontar los prejuicios de los otros por medios no-violentos, sus padres (Manilal, el segundo de los cuatro hijos –todos varones– de Mahatma Gandhi, y su esposa Sushila) lo llevaron a La India en 1946, para que viviera con su abuelo. Fue el último año y medio de vida de Mohandas Karamchand Gandhi (su verdadero nombre). Dieciocho meses que cambiaron la vida de Arún, quien, ya adulto, siguió los pasos de su abuelo, asesinado el 30 de enero de 1948 por un nacionalista hindú que se oponía a la tolerancia con la minoría musulmana.

Arún vivió hasta 1956 en Sudáfrica, donde pasó 14 años en prisiones por oponerse al régimen del apartheid. Después vivió en La India durante unos 30 años, hasta que en 1987 se instaló en Estados Unidos. Su etapa en La India fue muy productiva. Fundó, junto a su esposa Sunanda, el Centro para la Unidad Social, para ayudar a la gente pobre del país y aliviar la discriminación de las castas. Escribió libros y se dedicó al periodismo en el Times indio. De las ocho obras que ha escrito, su preferida es "Un legado de amor: mi educación en la vía de la no-violencia", en la que cuenta lo que aprendió de su familia sobre la verdad, la ira, la humildad, la disciplina, la moralidad y la espiritualidad. De los libros de su abuelo, considera esencial su autobiografía.

Vivimos una época en la que matar es como talar árboles. ¿Qué diría y qué haría Gandhi para alcanzar la paz en el mundo? “Su mensaje en todo tipo de conflictos siempre ha sido que hay que encontrar soluciones pacíficas. Lamentablemente, durante muchas generaciones hemos elegido afrontar los conflictos de manera violenta, suprimirlos en lugar de resolverlos y hacerlo por medios violentos”, dice este hombre alto, sereno y corpulento, con ojos de ébano húmedo. Y agrega qué le diría Mahatma Gandhi a Estados Unidos: “Hay que hacer una introspección y descubrir por qué tanta gente en el mundo nos odia y nos quiere hacer daño, para después corregir nuestras relaciones de modo que la gente no nos odie”.

El nieto acaba de visitar Palestina e Israel, donde se produce este encuentro. Dice sentir “un gran dolor debido al enorme odio y violencia que hay aquí”, ya que “esperaba que en Tierra Santa hubiera más paz y amor”. Los viajes forman una parte importante de su vida “para plantar las semillas de la no-violencia en las mentes”, explica. Además de viajar, Arún, que tiene cinco doctorados honoris causa (“no los merezco”, señala), se dedica a dar conferencias en universidades y otras instituciones de todo el mundo, a ver gente y a ir a la oficina, donde responde cientos de e-mails y habla por teléfono sin cesar.

“Tanto mi abuelo como mis padres tienen un gran significado para mí. Aprendí mucho de ellos, nos amaban, entendían y dieron una base. Actualmente no concedemos a nuestros hijos suficiente tiempo ni comprensión”, cuenta. Recuerda que su abuelo también le dio amor; era muy cariñoso pese a ser una persona muy ocupada; todos los días le dedicaba al menos una hora sólo a él. El amor, esa palabra... ¿Qué es para Arún Gandhi? “Respetar y entender a todo tipo de gente”, dice con sonrisa tierna y un deje de timidez. También comenta que el amor de los mayores en La India es distinto al de Occidente. Es más considerado; significa dar atención, hablar..., son pequeñas cosas que marcan una gran diferencia. Y señala que en Occidente, en lugar de atención, tiempo y amor, los padres tratan de comprar el cariño de sus hijos con objetos materiales.

Mahatma Gandhi (el nombre significa “el gran alma”), le enseñó a su nieto que existe una violencia física y una violencia pasiva. “De él aprendí que la violencia que existe en el corazón de los hombres tiene muchas caras y en ocasiones es inconsciente”. La violencia física es lamentablemente obvia, y en la actualidad la hay en sobredosis en nuestro planeta. Según Arún Gandhi, “también la violencia pasiva ha pasado a formar parte de la naturaleza humana, y se manifiesta de muchas maneras: en cómo educamos a nuestros hijos, lo que hacemos o no hacemos por ellos, el odio, los prejuicios, la intolerancia, la ira, los abusos, la opresión. Es, de alguna manera, actuar como si el otro no existiera. O no tuviera dignidad”.



domingo, 7 de septiembre de 2008

Lecciones de vida



El Dr. Arun Gandhi, nieto de Mahatma Gandhi y el fundador del instituto M.K. Gandhi para la Vida Sin Violencia en su lectura del 9 de Junio en la Universidad de Puerto Rico, compartió la siguiente historia como un ejemplo de la vida sin violencia en el arte de sus padres:

“Yo tenia 16 años y estaba viviendo con mis padres en el instituto que mi abuelo había fundado a 18 millas en las afueras de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar.

Estábamos bien adentro del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mi siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine.

Un día mi padre me pido que le llevara a la ciudad para atender una conferencia que duraba el día entero y yo salté a la oportunidad.

Como iba a la ciudad mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes como llevar el auto al taller.

Cuando despedí a mi padre el me dijo: Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos.

Después de muy rápidamente completar todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me enfoqué tanto con la película, una película doble de John Wayne que me olvidé del tiempo. Eran las 5:30 p. m. cuando me acordé.

Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p. m.

El me preguntó con ansiedad: Por que llegas tarde? Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar…esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.

Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: "Algo no anda bien en la manera que te he criado que no te ha dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar que es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas a la casa y pensar sobre esto".

Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos que ni estaban cementados ni iluminados. No lo podía dejar solo…así que yo manejé 5 horas y media detrás de el…viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.

Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir.

Muchas veces me acuerdo de este episodio y pienso… Si me hubiese castigado de la manera que nosotros castigamos a nuestros hijos…hubiese aprendido la lección?… No lo creo…

Hubiese sufrido el castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo…

Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer…

Esto es el poder de la vida sin violencia.




lunes, 1 de septiembre de 2008

El tazón de madera del Abuelo

"La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste,
pero nunca como la hiciste sentir.”

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años.
Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil.
Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
“Tenemos que hacer algo con el abuelo”, dijo el hijo. “Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo”.
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: “¿Qué estás haciendo hijito?”. Con la misma dulzura el niño le contestó: “Ahh, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos”. Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas.

Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de sus hijos. Seamos entonces constructores sabios y modelos a seguir.

He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, siempre los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.

He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.

He aprendido que aún tengo mucho que aprender.

Nota de Joshua Naraim: Esta es la primera historia que me conmovió en la vida. Era muy pequeño, tanto que, aunque no recuerdo mi edad, aún no leía con soltura. De aquel libro de primeras lecturas no queda nada en la memoría, salvo está historia y un pequeño poema: "Más allá".


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