martes, 23 de agosto de 2011

Éxtasis



"Tu seguridad me inspira confianza"


Hoy he decidido morir para seguir viviendo.
Me fui con lo puesto: una camiseta vieja y sudada; un pantalón corto y deshilachado; unos cálidos calcetines de deporte y mis viejos tenis, esos guantes a medida que, para mis pies, tejió el tiempo.
Me auto expulsé de mi cueva y de mi vida. Cerré la puerta, respiré profundamente tres veces, apagué mis ojos y me desvanecí...


Se abren los párpados, vuelvo a respirar profundamente, siento un nuevo latir en el pecho…
Acabo de nacer de forma extraña, en un abrir y cerrar de ojos, sin dolor de madre, sin llanto de criatura, sin comadrona y sin espasmos.
He renacido más allá de la mitad de una vida, con el pelo canoso, la vista cansada y un montón de recuerdos que no me pertenecen.
En mi mano unas llaves. Son de la puerta que tengo delante, a dos pasos. La abro, me adentro en el recibidor y contemplo un pequeño mueble que sostiene tres figuras: una cabeza -en barro- de mujer, un Buda -de madera- meditando y una figura -de cerámica- leyendo el periódico. Sobre ellos un viejo espejo de amplio marco. Y allí estaba él y allí estaba yo…
Allí se reflejaba el rostro del muerto: los mismos ojos, la misma boca; pero otra mirada, otra sonrisa y, sobre todo, un halo de nueva luz.
No es fácil renacer en el mismo sitio, con la misma cara, con las mismas etiquetas y, además, impregnado de los hábitos del que fui y ya no soy.
Puedo volver a escuchar como el corazón late a ritmo de esperanza sin más pretensión que gozar de todos y cada uno de los latidos que le quedan.
Ha vuelto la vida o, más bien, las ganas de vivir de una forma más plena, más consciente, menos dirigida por los demás, incluso por los que te aman y bien quieren.
Vivir muriendo o morir viviendo, ese es el dilema.
Con los mismos ojos y una mirada nueva, todo es distinto.
Con la misma boca, una sonrisa luminosa y auténtica, espanta tristeza y miedo.
Todo está por hacer aunque todo este hecho.
Tierno y renovado.


Joshua Naraim

lunes, 22 de agosto de 2011

El secreto del SI

"Hay cosas que se pueden decir con palabras,
otras solo con el silencio"
Manuel Estrada


Cambiar de trabajo, vivir a otro ritmo, iniciar un proyecto… Quien no ha soñado alguna vez qué hará cuando le toque la lotería y cuantos de nosotros no hemos sabido aceptar otros premios que nos ofrece la vida, oportunidades rechazadas por miedo a equivocarnos, a lo que pensarán los demás, por no sentirnos preparados o por el convencimiento que no lo merecemos.
Aprender a decir SI es más fácil de lo que parece, ¡solo tienes que permitírtelo!
Soy tan válido como los demás
Que unos tengan más o menos suerte que otros es a menudo una cuestión de actitud más que de oportunidades y, definitivamente, no tiene nada que ver lo que socialmente entendemos por valor y justicia. Si tú no te das valor a ti mismo ni te tratas justamente, difícilmente vas a recibirlo de fuera.
Lo quiero
Cuando no sabemos lo que queremos vamos aceptando lo que nos “toca”: un trabajo que no nos gusta, una pareja que no nos llena, unos amigos que no nos hacen crecer, una casa incómoda,… Decisiones provisionales, -“por el momento ya estoy bien así”- que se convierten en perpetuas.
Saber lo que quieres te permite aceptarlo cuando lo encuentras, es difícil decir “no, gracias” a lo que parece una oportunidad cuando no sabes que deseas y muy fácil decir SI cuando reconoces lo que andas buscando.
Lo merezco
¡Por supuesto! Todos merecemos disfrutar de las cosas que más nos gustan, de la belleza, del confort, del amor…
A menudo no nos lo permitimos, nos decimos que no tenemos tiempo, que cuesta demasiado, que vamos a hacer el ridículo ¡y nos quedamos sin disfrutar de algo importante para nosotros! En la medida de tus posibilidades, ponte guap@, decora tu casa a tu gusto, practica tus aficiones y rodéate de gente con la que compartas intereses, así cuando lleguen nuevas oportunidades encontrarás natural decir SI a lo que ya te das a ti mismo.
Confío en mi mismo y en la vida
Confía en tu intuición, en tu experiencia y escucha tu corazón, pocas veces nos equivocamos cuando seguimos el camino que queremos; di adiós al miedo y confía que la vida te traerá oportunidades para aprender y prepararte a recibir aquello que quieres.
Decir SI es abrirnos a la vida, darnos permiso para disfrutar de la belleza que nos rodea y de las oportunidades que nos llegan. La suerte llega a todos los que se lo permiten, ¿estás preparado para recibirla?
Escrito por  

viernes, 12 de agosto de 2011

Movimiento

El sol acostándose en las Cíes - Joshua Naraim

Hoy tu recuerdo me acompaña, Indah;
el dolor amargo de tu ausencia también.
Una sonrisa húmeda me invade...
...pero te siento cerca.
Joshua Naraim

Indago en mi trasfondo siempre igual y distinto,
y me comparo: soy lo que callo y lo que no.


De allí llego, de donde el agua recrea el vuelo tembloroso de los pájaros.


Llego como recién venida del misterio:


                     porque me crecen flores en los ojos
                     porque las baldosas procesionan bajo mis pies
                     porque palpita mi memoria en ti.


Aún desconociéndome,
me encontrarás en mis palabras:
yo soy la calle que transitas;
horado mi pensamiento, cesto para atrapar ríos,
me palpo, y me reconozco mapa, desierto,
montaña de limón y laureles de tus países soñados,
aun cuando yo no era.


Luna en cuarto menguante, dibujas sobre la playa mi perfil.
Avenida que da al mar, eres.


                    Sonido a bronce y trémulos violines.
                    Caricia.
                    Maceta de siemprevivas.


Se puede, sí, se puede
decir lo mismo con palabras desconocidas, tantas veces.


                   Tantas.
                  Tantas.


«Movimiento» es la palabra perfecta
y yo no encuentro la que necesito, como la necesito,
para nombrar tu (mitadmía) soledad
en los extremos ciegos
en los que siempre coincidimos.


indah

sábado, 6 de agosto de 2011

Lloviendo...


"Otra cosa aprendí:
siempre es posible hundirse un poco más,
porque aún en el fondo,
se puede seguir escarbando"


Cansado de crisis sucesivas, de mercados insaciables, de corrupciones generalizadas, de prohibiciones invasivas, de noticias que alientan el miedo, de previsiones catastróficas... me evado en la lectura y, llega a mis manos, a través de una persona muy querida, un maravilloso libro de título tan sencillo como sorprendente: "El bolígrafo de gel verde", y autor desconocido: Eloy Moreno.


Un libro con el que he comulgado, con el que me he emocionado y en el que me encuentro.


Leo uno de sus ecos:


Silencio.
Quise estar a solas, quise llorar en la intimidad, quise apretar los puños en silencio... Me acurruqué en el sofá, hundí la cara entre los brazos y me oculté del mundo.
Toni supo ayudarme, supo levantarse y andar como si fuera descalzo: supo alejarse de allí.
Me refugié en un sofá que aún me recordaba a tardes en familia.
No me quedaba ya rencor, ni odio, ni ganas de venganza, ni miedo, ni frío, ni calor. Sólo me quedaba descubrir el derrumbar de un mundo -el mío, el que me había creado- cuyas piezas no acababan de encajar. Un mundo que se deshacía.
Aprendí tantas cosas en aquel sofá, aquella noche... Aprendí que la mente es capaz de crear historias sólo creíbles para uno mismo; que los celos son capaces de empañar cualquier verdad, de encumbrar cualquier mentira; que en los malos momentos raramente se acude a la razón, al diálogo mutuo, a la franqueza... se acude, en cambio, a las sospechas, a la desconfianza, a los recelos de una verdad que debe serlo sólo por el hecho de haber nacido nuestra. Aprendí la fortaleza del odio cuando acecha la duda, la resistencia de la desconfianza cuando el amor ya no es como era, la confusión de pensamientos cuando las cosas dejan de funcionar...


Fuera seguía lloviendo. Dentro también.

jueves, 4 de agosto de 2011

Encasillados


"En esta jodida sociedad no hay un solo vicio
 que no esté mejor visto que la jodida pereza"


Todos en cierto modo somos la consecuencia de nuestros actos y con el paso del tiempo a veces resulta casi inevitable responder a la imagen que los demás se hayan hecho de nosotros, sin importar lo falsa o imprecisa que pueda ser, ni lo injusta que resulte. Todos estamos encasillados, incluso quienes tienen merecida fama de ser anodinos o insustanciales, como le ocurre al tipo del que solo podemos asegurar que le recordamos de no haberle visto jamás en parte alguna. Mi experiencia en la vida nocturna entre gente poco recomendable me dice que el tipo con fama de pendenciero se siente obligado a incordiar para no perder puestos en los corrillos de la nocturnidad, del mismo modo que se considera el exboxeador en el deber de amagar de fogueo una serie encadenada de jabs y crochets para que nadie dude de un pasado que seguramente a él le pesa como una losa de la que sabe que jamás podrá librarse si no es al precio de perder a sus amigos. Recuerdo lo que sobre esto me comentó de madrugada un tipo duro que llevaba años enganchado a la heroína y al crimen: "Tú sabes que soy yonki y que cometo delitos para pagarme la puta droga. También sabes que intenté unas cuantas veces desengancharme. Pude conseguirlo en varias ocasiones, pero no quise. ¿Y sabes por qué renuncié a rehabilitarme? Hago atracos para comprar la heroína y la gente me respeta, o me teme, porque soy un criminal. Podría pedir dinero por las calles para pagarme el vicio, pero estaría perdido. Quienes me conocen entienden que sea un yonki, pero no me perdonarían que fuese un mendigo. En esta jodida sociedad no hay un solo vicio que no esté mejor visto que la jodida pereza". En alguna ocasión os hablé de él. Se llamaba Alejo Pérez Triviño, era un tipo culto e inteligente, tenía un rostro sumarial y culposo, a veces me daba sustos en la penumbra de cualquier callejón y alterné mucho con él porque si en un arrebato inesperado se le ocurriese asesinarme, me habría convertido en una víctima distinta, en un fiambre de marca, en un cadáver de autor. Con él hablé muchas madrugadas sobre la dependencia casi estupefaciente que crean en algunos hombres los estereotipos de los que a veces son simples rehenes. Ahora ya no puedo hablar de nada con él. Perdimos definitivamente contacto con motivo de su fallecimiento, ocurrido en extrañas circunstancias hace once años. Pero pensando en cuál sería su reacción, a pesar de los muchos años que mi amigo lleva bajo tierra, yo no diría que aquel tipo está muerto, sino encasillado.


José Luis Alvite

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