sábado, 7 de septiembre de 2013

Caminata


Tu caminata aún no terminó. 

La realidad te acoge diciendo que en adelante el horizonte de la vida necesita de tus palabras y de tu silencio. 

Si mañana tienes pena, acuérdate de la fantasía y sueña con tu propia victoria. 

Victoria que todas las armas del mundo jamás conseguirán obtener, porque es una victoria que surge de la paz y no del resentimiento. 

Es cierto que irás encontrando situaciones difíciles nuevamente, pero tendrás que ver siempre el lado bueno de la lluvia que cae y no la faceta del río que destruye. 

Si no consigues entender que el cielo debe estar dentro de ti, es inútil buscarlo encima de las nubes y al lado de las estrellas. 

Por más que te hayas equivocado y te equivoques, para ti habrá siempre esperanza en el momento en que te des cuenta de tus propios errores. 

Eres joven, atender a quien te llama es bonito, luchar por quien te rechaza es casi llegar a la perfección. 

La juventud requiere de sueños y nutrirse de recuerdos, así como el lecho de los ríos requiere del agua que fluye y el corazón requiere de afecto. 

No hagas del mañana el sinónimo de nunca, ni que el ayer te suponga lo mismo que nunca más. 

Tus pasos quedarán, mira para atrás, pero ve siempre hacia delante, pues hay muchos que necesitan que llegues para poder seguirte.

Charles Chaplin


jueves, 5 de septiembre de 2013

El sonido del silencio


Un día, mientras permanecía inmóvil como siempre en el mismo sitio, un maestro vio aparecer en el horizonte una especie de bola de polvo. Aquella bola se hizo más y más grande y el sheik pronto reconoció a un hombre que se le acercaba corriendo y levantaba una enorme polvareda. 

El hombre, que era joven, llegó hasta el maestro y se postró ante él.
- ¿Qué quieres? 

El joven le contestó: 
- Maestro, he venido desde lejos a oírte tocar el arpa sin cuerdas. 
- Como quieras – le dijo el maestro. 

El santo hombre no varió su postura lo más mínimo. No cogió ningún instrumento, no hizo nada. El maestro y el freviente discípulo permanecieron inmóviles. Tras tres días, el joven dejó percibir, quizá por un gesto, una inclinación o un carraspeo, un incipinte cansancio.

- ¿Qué te pasa? – preguntó el maestro. 

El joven dudó un poco. Comenzó a balbucear algunas palabras. Para poder ayudarlo, el maestro preguntó:
- ¿No has oído nada?
 - No – contestó el joven con voz culpable.
 - Entonces, ¿por qué no me has pedido que tocase más fuerte? 

 Maestro: el sonido está dentro de nosotros, en nuestro corazón. Es cuestión de saber escucharlo. 

Fuente: Cuentos Sufis, la filosofía de lo simple

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