jueves, 26 de mayo de 2005

La ventana

Antigua, 1998. Susan Marie Tabush

No te preguntes si eres feliz,
pregúntate si son felices los que viven contigo"
H.Eduard Manning


Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital. A uno de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos hablaban mucho. De sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el tiempo describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente vivía para esos momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el agua mientras niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes andaban cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y ancestros árboles embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad se podía ver en la lejanía.

Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el otro hombre al otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque el otro hombre no podía oír la banda de música, se la imaginaba conforme el otros la iba narrando todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrarse el cuerpo sin vida del hombre al lado de la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía. Se puso muy triste y llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo. Tan pronto como consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la ventana. La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse que el hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo fuera de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la cama. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué había pretendido el difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo exterior.

Y ella dijo: -Quizás sólo quería animarle.

Autor desconocido

1 comentario:

UMA dijo...

Es un texto muy bello, y me hiciste recordar una hermosa historia, en la que una niña, no aceptaba la idea de que su abuela pudiera morirse alguna vez...Pasaban juntas todos los veranos en el mar y dejaban de verse hasta el pròximo verano, asì durante años. La niña le hacìa prometer a su abuela que volverìa, la diminuta anciana respondìa-no sè, tal vez me muera...pero la niña le exigìa la promesa-quizà porque pensaba que "quien tiene un por què para vivir, soporta cualquier como" y asì pasaban los años y la viejecita volvìa feliz a degustar de su mar...hasta que un febrero, ya no pudo, sè que lo hizo por mì y su promesa, fueron 97 años de vida, 35 de deleite para mì, porque esa promesa la mantuvo viva hasta que Dios decidiò por nosotras...me hiciste llorar. Yo la amaba y aùn parece verla todos los veranos con sus pies en la arena de mis playas...nos amamos...siempre volverà.

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