lunes, 24 de marzo de 2008

El poder


¿Quién tiene más poder: el que domina los despachos o el que domina su vida?

¿Qué es mejor: tener peso en la sociedad o tenerlo en tu casa?

¿Quién es más listo: el que tiene la nómina y el coche blindados o el que trabaja su horario y disfruta de la caña diaria o del paseo vespertino?

El trabajo sólo es una realización en su justa medida.

Los hombres que tienen una agenda frenética viven lo que les plantean sus secretarias.

Casi no saben qué será de ellos al día siguiente.

Dicen que todo tiene sus plazos, como las malditas hipotecas.

Hay momentos para exprimirte y dar todo de ti y otros para mirar cómo se exprimen los demás.

Lo peor de entregarte en cuerpo y alma es que te olvidas de mirar hacia dentro, casi te olvidas de quién eres y de por qué haces todo lo que haces.

El auténtico poder lo disfruta el que domina sus horas, el que sabe que una sonrisa es una cometa al viento.

Cierto es que nuestra sociedad necesita líderes.

Pero yo me quedo con los trabajadores honrados, con los profesionales que hacen su trabajo como amanuenses, que cumplen a la perfección, sin vanidades, y se marchan a sus casas para disfrutar de su otra vida:

la auténtica.

César Casal



viernes, 21 de marzo de 2008

Yo sé que estás ahí

" El corazón del olvido

está preñado de momentos de chocolate"

Joshua Naraim


Yo sé que estás ahí,
atrapada en el vértigo que desnuda al miedo,
corazón de fuego que no se aviene a vivir sin jaula,
amazona de honduras que no existen.
Estás ahí.
Entre dunas que humean soledad
y recuerdos que congelan las venas,
escuchando trompetas de silencio,
como si el tiempo fuera un reloj parado
y el mundo aún permaneciera quieto
sobre el eje invisible de un andamio.
Estás ahí,
anclada en una taquicardia lenta
de ánfora cineraria,
derrochando féretros de angustia
y sepulcros de tristeza,
viendo discurrir la vida
desde el ojo tuerto
de un ciprés enfermo.

Estás tan dentro del crepúsculo
que todo te parece noche
y las sombras te miran
con la herrumbre ciega
de una vieja calavera.
Es tanta la feria de amargura
que te roe por dentro los huesos
que ya no quedan sótanos vacíos,
en el interior del tuétano,
para esconder las penas
y ahogar la voz de los espectros.

Pero no pienses que siempre será así,
con hielos que atraviesan la tarde
y pájaros sin alas que no cantan.
Algún día saldrá el sol para ti
con su risa bordada de amarillo infinito
y el verso azul de un horizonte nuevo
prendido en el ojal de la solapa.

Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.



domingo, 16 de marzo de 2008

El papel arrugado



Puse mis manos en un rostro
y las retiré heridas por el amor.
Ahora,
el olvido acaricia mis manos.
Antonio Gamoneda


Mi carácter impulsivo, me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayor parte de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.

Un día, un Psicólogo, quien me vio dando excusas después de una explosión de ira, me entregó un papel liso.

Y entonces me dijo:

¡ESTRÚJALO!

Asombrado, obedecí e hice una bola con el papel.

Luego me dijo:

Ahora déjalo como estaba antes.

Por supuesto que no pude dejarlo como estaba.

Por más que traté, el papel quedó lleno de arrugas.


Entonces el psicólogo dijo:

“El corazón de las personas es como ese papel. La impresión que dejas en ese corazón que lastimaste, será tan difícil de borrar como esas arrugas en el papel.”

Aunque intentemos enmendar el error, ya estará “marcado”.

Por impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos palabras llenas de odio y rencor, y luego, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos.

Pero no podemos dar marcha atrás, no podemos borrar lo que quedó grabado. Y lo mas triste es que dejamos “arrugas” en muchos corazones.

Desde hoy, sé más compresivo y más paciente.
Cuando sientas ganas de estallar recuerda “El papel arrugado”.




viernes, 14 de marzo de 2008

Conciencia



" A ti, hija de los dolores,
de lágrimas de perla
y cabellos de oro. "
(Music: Look of love). Diana Krall

Yo también creía que los malvados
sólo formaban parte de los cuentos
o las películas.
Joshua Naraim





Cuando yo era pequeña, tendía a pensar que el mundo estaba poblado por gentes básicamente buenas, quizá porque así eran quienes me rodeaban. Los malvados, me parecía, tan sólo formaban parte de los cuentos o de las películas: el lobo de Caperucita, la madrastra de Blacanieves, la Cruella Deville de 101 dálmatas... Eran personajes irreales, que tomaban forma en el universo fantástico, pero que a mí, creía, nunca iban a afectarme.
Luego, a medida que fui creciendo, la vida me los fue poniendo a menudo delante: gentes con malos sentimientos, retorcidas sus neuronas por una visión negativa de los demás y de sí mismas. Gentes cobardes, que acaban haciendo daño a costa de sus miedos. Gentes mentirosas y manipuladoras. Enamorados del dominio sobre los otros a cualquier precio. Iracundos que pierden los papeles por la razón más nimia. Envidiosos con el corazón carcomido. Alcohólicos y drogodependientes incapaces de controlar sus peores instintos. Amargados que tratan de salpicar su mal rollo al universo entero. Egoístas rodeados por su propio muro de insolidaridad. Acomplejados que sólo se sobreponen a sus problemas pisoteando a quien se les ponga delante. Ambiciosos sin límites. Gentes, en fin, que, por razones diversas, van dejando un rastro de dolor a su paso por la existencia.
A pesar de todo, siempre he creído que casi todo el mundo tiene en algún lugar de su alma eso que llamamos conciencia, ese punto diminuto de empatía, fundamental en la especie humana, que nos hace arrepentirnos del sufrimiento que podemos haber causado. Casi todo el mundo, porque también existen, he pensado siempre, los monstruos, los pinochets y los francos que mueren nonagenarios y tranquilos, sin que el remordimiento por todo el daño que han esparcido a su alrededor les haya hecho pasar ni una noche en vela. Monstruos, seres desalmados que ocupan, creía yo, no ya el espacio de la ficción, como pensaba en mi infancia respecto a los malvados, pero sí el de los libros de historia. Seres que llevan, como una enseña, el estigma del mal sobre la frente.
Pero la vida desmiente una y otra vez mis teorías. Así que me tropiezo en la tele y en los periódicos con un tipoaparentemente anodino y vulgar, no un tirano, no un criminal, ni siquiera un delincuente de poca monta, y que, sin embargo, demuestra carecer del más mínimo rastro de conciencia. Me refiero a ese tal Tomás Delgado que, después de haberse llevado por delante a un pobre chico de tan sólo diecisiete años, se ha atrevido a intentar reclamar a sus padres una indemnización por los daños causados a su coche y a quejarse, en el momento de reitrar su demanda, de que su honor ha sido mancillado. Hubiera jurado que cualquier persona que acabara con la vida de otra en un accidente -incluso aunque su culpabilidad no estuviera clara- arrastraría para siempre un terrible trauma. Me equivocaba. ¿Me equivocaré también al pensar que a Manuel Lamela -ex consejero de Sanidad en la Comunidad de Madrid- y a su jefa y protectora Esperanza Aguirre debe remorderles la conciencia por los miles de personas que han muerto en nuestro país aullando innecesariamente de dolor y de angustia después de la caza de brujas que ellos organizaron en el hospital Severo Ochoa de Leganés?

Ángeles Caso



viernes, 7 de marzo de 2008

Cerrar un ciclo...


“Deshacerse de ciertos recuerdos
significa dejar espacio libre para otros”

Hay que saber cuando una etapa llega a su fin.

Cuando insistimos en alargarla más de lo necesario, perdemos la alegría y el sentido de las otras etapas que tenemos que vivir. Poner fin a un ciclo, cerrar puertas, concluir capítulos... no importa el nombre que le demos lo importante es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya terminaron.

¿Me han despedido del trabajo? ¿ Ha terminado una relación? ¿Me ido de casa de mis padres? ¿Me ido a vivir a otro país? Esa amistad que tanto tiempo cultivé ¿ha desaparecido sin más?

Puedes pasar mucho tiempo preguntándote por qué ha sucedido algo así. Puedes decirte a ti mismo que no darás un paso más hasta entender por qué motivo esas cosas que eran tan importantes en tu vida se convirtieron de repente en polvo.

Pero una actitud así supondrá un desgaste inmenso para todos: tu país, tu pareja, tus amigos, tus hijos, tu hermano; todos ellos estarán cerrando ciclos, pasando páginas, mirando hacia adelante, y todos sufrirán al verte paralizado.

Nadie puede estar al mismo tiempo en el presente y en el pasado, ni siquiera al intentar entender lo sucedido. El pasado no volverá; no podemos ser eternamente niños , adolescentes tardíos, hijos con sentimientos de culpa o rencor hacia sus padres, amantes que reviven día y noche su relación con una persona que se fue para no volver.

Todo pasa y lo mejor que podemos hacer es no volver a ello.

Por eso es importante (POR MUY DOLOROSO QUE SEA) destruir recuerdos, cambiar de casa, donar cosas a los orfanatos, vender o dar nuestros libros. Todo en este mundo visible, es una manifestación del mundo invisible, de lo que sucede en nuestro corazón. Deshacerse de ciertos recuerdos significa también dejar libre espacio para que otras cosas ocupen su lugar.

Dejar para siempre. Soltar. Desprenderse. Nadie en esta vida juega con cartas marcadas. Por ello una veces ganamos y otras, perdemos. No esperes que te devuelvan lo que has dado, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor. Deja de encender tu televisión emocional y ver siempre el mismo programa, en el que se muestra cómo has sufrido con determinada pérdida: eso no hace sino envenenarte.

Nada hay más peligroso que las rupturas amorosas que no aceptamos, las promesas de empleo que no tiene fecha de inicio, las decisiones siempre pospuestas en espera del "momento ideal". Antes de comenzar un nuevo capítulo hay que terminar el anterior; repítete a ti mismo que lo pasado no volverá jamás. Recuerda que hubo una época en que podías vivir sin aquello, sin aquella persona, que no hay nada insustituible, que un hábito no es una necesidad. Puede parecer obvio, puede que sea difícil, pero es muy importante.

Cerrar ciclos. No por orgullo, ni por incapacidad, ni por soberbia, sino porque, sencillamente , aquello ya no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo.

Deja de ser quien eras y transfórmate en el que eres...

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