lunes, 30 de abril de 2007

Distintos



¿Será quizás el amor un estado del fuego?
Marina Tsvietáieva

Se tuvieron que conocer en un accidente. No tenían nada en común. Él, alto. Ella, baja. Él, barbudo. Ella, riquiña. Él, sin un duro. Ella, con su hucha de niña.
Los gustos eran tan dispares que más que gustos parecían disgustos. Si los ves juntos nunca pensarías que son pareja. Él viste como si Che Guevara siguiese vivo. Ella, como si en el mundo sólo hubiese boutiques. Nadie daría ni un céntimo de euro por ellos. A ella le nace un sol de risa en la boca cada dos segundos. Él no se toma de broma ni un chiste. Él cree que el mundo es un desastre. A ella los conflitos planetarios le dan igual. Sólo le interesa ser feliz de la mañana a la noche. El es incapaz de ir de un sitio a otro en línea recta. Ella es especialista en recorrer las distancias más cortas. Él cree que en el trabajo están conjurados contra su persona. Ella es el alma de su empresa, mejor que comprar flores cada día. A él le encanta el cine húngaro con subtítulos en croata. A ella le van las comedias ligeras y odia los subtítulos. Él nunca lee un libro de menos de seiscientas páginas. Se los estudia. A ella le encantan las revistas en la peluquería.

Nadie daba ni la hora por ellos, pero llevan años juntos. Misterios del amor.
César Casal

domingo, 29 de abril de 2007

Decisiones difíciles, momentos espinosos

Desde la distancia y el silencio
el más tierno de mis abrazos:
para Mar,
en sus decisiones difíciles;
y para Indah,
en sus momentos espinosos.
Ambas logran hacerme atravesar
la oscura liviandad del horizonte.
Joshua Naraim


Fluías en la oscuridad; era más suave que existir.

Ahora, cuando una lágrima demasiado viva podría herir tu rostro,

vas cautelosa hacía ti misma.

(De Esta Luz.Antonio Gamoneda)



LA CANCION DESESPERADA


Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado !

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos !

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio !

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio !

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio !

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio !

Hice retroceder la muralla de sombra.
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron.

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

Es la hora de partir. Oh abandonado !

Pablo Nerura

miércoles, 25 de abril de 2007

...



Puse mis manos en un rostro y las retiré heridas por el amor.
Ahora,

el olvido acaricia mis manos.

(De Arden las pérdidas. Antonio Gamoneda)

domingo, 11 de marzo de 2007

Regalos que dejan huella

Pensando en Wendy emocionado y agradecido,
brindando con ella por el comienzo de mi otoño,
y gozando lentamente de su perenne y paciente amistad.
¡Va por nosotros, Wendy!



Son las 00:00 horas del día 7 de marzo del año 52 dJN. Abro mi pequeña ventana al mundo y ahí estás tú como siempre, con tu homenaje, tu cariño y tu sensibilidad. ¡Nunca una persona tan lejos ha estado tan cerca! Como una estrella tu luz, tu brillo y tu belleza hechiza mi pupila

Joshua Naraim




Dedicado con todo mucho cariño a mi Amigo del Alma
que esta semana comienza a transitar el otoño de su vida,
lo que sólo es un cambio de estación prácticamente imperceptible.
Amigo...¡¡¡TQM J.N.!!!!
Wendy


Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos
trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su
vestimenta
o bien no conversa con quien no
conoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones,
justamente estas que regresan el brillo
a los ojos y restauran los corazones
destrozados.
Muere lentamente
quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos...
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!

Texto de Pablo Neruda.



A pesar de ser verano está lloviendo, un día gris que invita al recogimiento y a la intimidad. Me encuentro en la más pequeña habitación de mi casa, la que más frecuento: donde trabajo; donde sueño despierto; donde leo, escribo, veo cine o escucho música. La habitación tiene dos ventanas: la más grande da a la calle, la más pequeña da al mundo. Desde esta última te percibo, te vislumbro y te adivino, allá, muy lejos, allende los mares; pero a la vez cercana, próxima en el espíritu y en la intención.

Mientras escribo estas letras Ella Fitzgerald y Louis Armtrong desgranan “Summertime”, una música que internamente me emociona y el jazz inunda la estancia dándole un aire de romántico garito. Muy cerca una barrita de incienso perfuma el ambiente con un toque de esotérica espiritualidad.

Escancio una copa de rioja y mojo los labios es un imaginario brindis, pensándote: ¡Va por vos!

Esta noche mi soledad está celosa por vuestra presencia.

Wendy







domingo, 25 de febrero de 2007

Confesión

A_Letter_to_Alessandra-William Whitaker

'El instinto poético se despertó en mí gracias a la percepción más aguda de la realidad, experimentando, con un eco más hondo, la hermosura y la atracción del mundo circundante. Su efecto era, como en cierto modo ocurre con el deseo que provoca el amor, la experiencia, dolorosa a fuerza de intensidad, de salir de mí mismo, anegándome en aquel vasto cuerpo de la creación. Y lo que hacía aún más agónico aquel deseo era el reconocimiento tácito de su imposible satisfacción'
Cernuda


Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de amor, el escenario de unas horas de deseo. Escribo porque están conmigo los que ya nunca estarán, porque bajo al mar desde la mesa donde apoyo la cuartilla y me quedo quieto en la memoria de un cuerpo, y prolongo unas voces hasta perder la noción del tiempo (días y años juntos, apretados en un instante que me deja sin defensa). Escribo porque al abrir el seno de una palabra encuentro la iluminación última del beso, porque pronuncio a solas mi única verdad: ésa que después desmiento con mi vida. Escribo porque hay un llanto íntimo que me purifica desde que comienzo a hacer signos en el papel, porque poseo las cosas desde su respiración humana y puedo habitar aquello de lo que fui desterrado. Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical, para tener lo que no tengo y escuchar lo que nunca me dijeron. Escribo porque nunca fue más bello el engaño.


De La rosa inclinada (poesía 1976- 2001), Madrid, Calambur, 2001).
Javier Lostalé






Almas en un bolso (III)

La sociedad nos ata, pero somos nosotros quienes nos resistimos
a soltar las cadenas...

Nada es para siempre. La infancia se pasa antes de acabar la última merienda, la adolescencia se esfuma al superar el acné, de repente te haces mayor, y cuando quieres darte cuenta, aquella cama tan cómoda resulta que era en realidad la mesa de las autopsias. Del amor eterno de los matrimonios lo más perdurable son los muñecos de la tarta, la minuta del abogado y la pensión de alimentos. Consuela mucho saber que también nuestros fracasos son pasajeros y que los errores que no pueda remediar el perdón, con un poco de suerte los resolverán a medias el tiempo y el olvido. Ni siquiera vale la pena entusiasmarse con el recuerdo de los éxitos porque sólo se gana una vez la misma carrera y con el paso del tiempo lo que te queda en el recuerdo es la nostalgia del triunfo y la falsa sensación de un aplauso remoto y retrospectivo que a donde pertenece no es al puntual pálpito de la vida, sino al formol de las efemérides. Me preguntó una madrugada mi querida M. como pensaba yo que la recordaría años después de haber fracasado lo nuestro. Supuse que estaba preocupada por si me quedase de ella el recuerdo de aquellas desenfrenadas noches en su cama, sumidos en el vocerío fisiológico de la delirante y sincera obscenidad. No necesité mentirle para tranquilizar sus expectativas: "No te preocupes; siempre te recordaré vestida". No le mentí. Es así como la recuerdo a ella y como recuerdo a otras mujeres con las que compartí parecidas circunstancias. Supongo que las recuerdo vestidas por algún extraño mecanismo sicológico, o por un misterioso decoro nemotécnico, tal vez por la misma razón por la que cada vez que veo el silencioso rostro fotográfico de Ava Garder, se me viene a la cabeza la voz de Frank Sinatra. "Hagamos lo que hagamos, amiga mía, no habrá un mal momento que no recordemos luego con una mezcla de nostalgia y gratitud, con esa pizca de melancólica congoja con la que recordaríamos haber vivido una extraña y breve primavera en la que las flores hubiesen brotado con los pétalos podridos en el suelo, y eso es así, querida M., porque vivimos lo nuestro con demasiada intensidad y nos quedamos sin sueños nada más meternos en cama". Nada es para siempre, muchacho. Todo se pudre inexorablemente. Se pudren las flores, se mustian los cuerpos y se malogran los planes. Dicen que la del amor es una música maravillosa y puede que sea cierto, pero cuando llevas mucho rato escuchando una melodía, al final tienes la sensación de que lo único que suena sincero es el armazón de la pandereta. ¿Y qué ocurre con la belleza? Poca cosa, amigo. El tiempo, como el fuego, acaba con todo, y bien sabemos que las llamas de un stradivarius tienen la misma forma que las llamas de un laúd. ¿Qué queda de Marilyn tantos años después de su muerte? Queda el benefactor recuerdo de la belleza puntual de su juventud, aquella sonrisa que indultaba la tristeza de sus ojos fracasados, su vestido blanco ondeando en el mástil invertebrado de la brisa del metro de Nueva York, la greguería de su pose en un puñado de calendarios, la sombra de Sinatra divagando al trasluz en su alma, la mirada entornada por la mortal presbicia de una sobredosis de barbitúricos, y el rescoldo de nuestra juventud, muchacho, que se fue malogrando mientras aspirábamos a dar con alguien como ella, una mujer excitante pero pasajera, alguien en cuya compañía incluso valiese la pena sentirse solo, como acabó lo mío con M., aquella chica que me llenó de sudor y gimnasia, de sexo y de irresponsabilidad, hasta que llegó el día en el que a nuestros cuerpos les falló la literatura y la música, prendimos la luz de la alcoba y descubrimos con razonable desilusión que habíamos necesitado dos docenas de revolcones para alcanzar la sucinta y rabiosa espiritualidad que los perros conseguían sin copas, a plena luz del día y sin quitarse la ropa. Naturalmente, superamos la decepción de aquel instante y conservamos el afecto en el que se convirtió lo nuestro. Yo me sobrepuse tomando unas copas en la barra de "El Corzo", y ella, ¡Oh, Dios!, ella recobró su dignidad tan pronto mudó la cama y puso en marcha la lavadora. Así de fácil. No volvimos a vernos pero la recuerdo con cariño, como supongo que me recuerda ella a mí. Sabíamos que aquello acabaría como acabó. Si algo sucio hubo entre nosotros, sin duda quedó oculto para siempre entre el redentor aroma del detergente, ese sucedáneo de la decencia. Y en cuanto a su cuerpo, recuerdo que su desnudez convertía en crisálida la algodonosa luz de la vela. Así son las cosas, muchacho: ella acabó de protagonista en mi letra, y yo, maldita sea, yo seguramente no pasé de ser la mancha más persistente de su colada...
José Luis Alvite






jueves, 22 de febrero de 2007

Almas en un bolso

"Restaurador de Almas". Israel Zzepda

Reconozco que me apasiona la complejidad emocional de las mujeres pero he de admitir también que a simple vista lo que más me llama la atención de su alma es la silueta de su cuerpo y que mi primera intención no es precisamente meterme en su cama para leer las obras completas de Pérez Galdós. Esa es sin duda la razón por la que muchos hombres dan por concluida una relación justo cuando se dan cuenta de que ella lo que espera no es exactamente un revolcón, sino algo más profundo, siquiera sea un simple destello de sensibilidad, un chispazo de literatura, un rasgo de aparente eternidad que convierta el contacto sexual en algo más que sudor y dentelladas. A los adolescentes de mi generación se nos decía que las mujeres se excitaban frotándoles determinadas partes del cuerpo, pero no tardamos en descubrir que aquella estúpida teoría sólo era realmente eficaz para calentar la baquelita y que las mujeres eran un mecanismo mucho más complejo y delicado, un asunto lento y fascinante cuyo acaloramiento requería una mezcla de conversación y delicadeza, impulso y ternura, tenacidad y elegancia, sin olvidar, claro, que en el paroxismo de la excitación sexual muchas mujeres experimentan una mezcla de placer y tristeza, como si necesitasen que alguien las consolase de esa felicidad que se les acumula al mismo tiempo en el pubis y en la conciencia, lo que explica que en muchos casos su reacción inmediata a raíz de la tórrida felicidad del sexo sea levantarse al baño y asearse. También suelen cambiarle lo antes posible las sábanas a la cama, acarician al perro, se cepillan el pelo y ponen en marcha la lavadora, que es la gran conquista sicológica de la conciencia femenina. Si eres sensible aceptan permanecer en cama a tu lado mientras les hablas. A los hombres con la extenuación del ajetreo sexual se les agrava la voz y entonces todo lo ocurrido habrá valido la pena porque condujo a un final literario, a una extenuación elegante mientras en la penumbra amaina la llama de la vela y hacéis planes para el pasado. A las mujeres les gusta mucho escuchar la voz de un hombre mientras se urde al ralentí en la hondura bronquial del pecho. El cansancio suele producir franqueza y no hay un solo hombre que no resulte interesante en ese instante de sublime claudicación que se produce cuando se desvanecen los instintos y aparecen la integridad y la conciencia. Naturalmente, sin perder ese puntito de vigor que recuerde sus instantes de insolencia, ese matiz de tosca y aparente insensibilidad que hace que las mujeres se fíen de los tipos sólidos y transeúntes que en realidad casi solo existen en las películas, como era el caso de Bogart, al que ninguna mujer imagina cruzando la calle armado con una bandeja de pasteles en la palma de la mano. Cada uno tiene sus propias experiencias al respecto y en mi caso la experiencia me dice que tiene que haber en el atractivo masculino algo de pernicioso, una especie de misterio que más vale no conocer a fondo, porque podría ocurrirnos como con el humo del tabaco, cuyo halo literario y cinematográfico se desvanece tan pronto descubrimos que contiene benceno, nitrosaminas, formaldehído y cianuro de hidrógeno, es decir, un puñado de cosas que parece mentira que quepan en el aliento de un hombre. A fin de cuentas, tampoco nos conviene mucho profundizar en el mundo emocional de las mujeres. Sabemos de ellas que son fascinantes y complejas, que no se ponen una ropa que no les favorezca al alma tanto como al cuerpo y que utilizan el dentífrico para limpiar los dientes y la conciencia, todo ello muy interesante, pero acabaríamos con la emoción si desentrañásemos sus misterios más profundos. Soy de los que procuran indagar en el alma femenina y disfruto con ese instante de terminal franqueza que sobreviene con la extenuación del sexo, justo cuando incluso el sudor les huele a café, pero hay límites que jamás sobrepaso. Temo decepcionarme. Puede que sea cierto que muchos hombres no tienen un solo enigma que no salga en su orina. También es probable que ellas tengan un mundo interior más sutil, pero mi experiencia me dice que una mujer es más interesante cuando sólo sabes de su alma lo que queda sobre la cama al vaciar el bolso para buscar a la luz de la vela el teléfono de su peluquero, ese fino estilista que, de paso que les estiliza el pelo, les masturba la nuca y les anestesia el alma.

Jose Luis Alvite

lunes, 19 de febrero de 2007

Los ausentes

Hoy estoy herido de soledad y ausencia.
De fondo se escucha “Ascensor para el cadalso” de Miles Davis,
el repicar de la lluvia en los cristales
y el incesante tráfico de la calle.
No hace frío,
pero echo de menos el calor de tu cuerpo,
la suavidad de tu piel
y tus ojos…
esos ojos que me hacen hermoso,
porque mi belleza está en ellos.

Joshua Naraim

LOS AUSENTES

Avanzan sus rostros en el silencio. Son los ausentes. Nos llaman con la voz transparente de los sueños. Están tan cerca que no necesitamos levantar los ojos para verlos. Somos nosotros los que vemos a través de ellos, por eso nos nublamos en los días más radiantes y en medio del huracán oímos la delgada música de una rosa. Los ausentes son nuestra memoria. Sus pasos conducen a la infancia que se oculta siempre en lo perdido. Y cuando estamos solos afinan nuestro corazón con la honda verdad albergada en lo que no existe. Respiran junto a nosotros envolviéndonos en un humo luminoso que rescata: de la casa la penumbra cálida de una mano materna; del primer amor la alteración misteriosa de la vida que late con el pulso de otro ser; del llanto su quieta celebración final; del beso su cielo desvanecido. Loa ausentes nunca cicatrizan dentro de nosotros. Existimos desde su herida. Nuestras palabras transitan por el mudo idioma de los signos que nos dejaron, por eso siempre dicen más de lo que dicen. Los ausentes nos hacen señas desde las brasas de una fotografía, desde el muñeco de trapo derrumbado en el salón, desde el racimo de luz que al atardecer tiembla en nuestra mesilla de noche, desde la altitud que alcanzamos en nuestros sueños… Los ausentes se alegran con nosotros porque en su inmovilidad cantan sin tiempo aquella mañana feliz. Y se entristecen como un crepúsculo al que se le da la espalda cuando vemos cómo todo se aleja y, sin respuesta, todavía lo amamos. ¿Qué sería de nosotros sin los ausentes? Nos quedaríamos sin historia, opacos. Nuestro corazón latiría sin la música de ningún paisaje. Nuestro cuerpo sería invisible, porque nuestro cuerpo lo construyeron todos los seres que amamos. Sería un cuerpo sin esquinas, sin lagos, sin precipicios. Sería una piel muda, sin la hoguera de la memoria de otro cuerpo. ¿Qué sería de nosotros sin los ausentes? Conoceríamos la esterilidad, el inconsolable dolor de nunca en nadie poder amanecer. Nos perderíamos sin que nadie nos buscase. Caminaríamos por una soledad sin imágenes. ¡No, que vengan! ¡Qué nunca se apague el astro de su memoria! ¡Qué nuestra sangre canta su sombra!

Javier Lostalé (De "La Rosa inclinada")






martes, 13 de febrero de 2007

La frontera


Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar. Nos vestimos cada día sin saber cuántos grados de soledad seremos capaces de alcanzar, o si, por el contrario, nos sucederán tantas cosas que hasta nuestra chaqueta se sentirá extraña. Y al arribar la noche no sabremos dónde estamos, cuánto nos queda para llegar a la maravilla o al precipicio. Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo o del dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos. Todos vivimos en la frontera, en la invisible línea que separa palabra y silencio. Hablamos y no hacemos sino callar lo que realmente queremos decir. Guardamos silencio y nos desnudamos de tanto contar. Abrimos una puerta y cerramos un sueño. Tapiamos una ventana y los ojos se queman con el paisaje. Recibimos una carta y el tiempo pasado borra sus letras. Entre lo claro y lo oscuro navega nuestro pensamiento, y arde cuando sólo quedan las cenizas. Toca la verdad pero se ve deslumbrado por la mentira. Su alma es la razón y, sin embargo, a veces delira. Nada es como es y todo es como nunca fue. Así, instalados en esta frontera del desconcierto, transcurrimos. Nuestros labios mueven el aire del beso y una piel se estremece mientras huye. Nuestras manos se tienden sobre un cuerpo y se vuelven sordas. Queremos hacer algo y nos llaman de otra parte. Nos quedamos quietos y giramos veloces empujados por deseos y presencias. Perseguimos lo imposible y pasamos de largo ante lo que nos ofrece su compañía. Afirmamos estar enamorados y nunca medimos el amor por la calma de los días. Decimos «sí», y sólo pensamos en nosotros. Escribimos «no», y entre las dos letras tiembla la duda. Plantamos una rosa y crece sólo la herida hecha por sus espinas. Todos vivimos en la frontera, anudados a la paradoja, sirvientes del dolor en la alegría y de la ignorancia en el saber. Todos vivimos en una lágrima dentro de la felicidad. Todos tenemos lo que perdemos y escuchamos lo que no nos dicen. Todos habitamos aquello de lo que fuimos desterrados. Todos pregonamos unos principios desmentidos luego por nuestros actos. Y al cruzar a la otra orilla nos ahogamos arrastrados por las voces que ya no oímos. ¡Qué delgada frontera abre y cierra nuestra vida!
(De La estación azul, recogido en La rosa inclinada (poesía 1976- 2001), Madrid, Calambur, 2001, pp. 253-254).Javier Lostalé.






lunes, 5 de febrero de 2007

El Violinista

El Director de la Orquesta Sinfónica ya había reclamado la atención de todos los profesores golpeando con su batuta en el atril. Solo la inoportuna tosecilla de algún acatarrado espectador turbaba el silencio mágico previo a que sonara el primer acorde.
El profesor Deousmouth, sujetaba el arco de su violín manteniendo la respiración mientras aguardaba impaciente el instante de dar la primera nota.

Desde que era niño había soñado con ese momento. Los miles de horas de estudio, la gran cantidad de días de sacrificio y dedicación para mejorar en su profesión, por fin tenían la compensación merecida, porque hoy debutaba como solista en la orquesta de sus sueños.

En esos segundos de espera interminable, le venían a la cabeza las primeras clases de música cuando todavía era un niño, y recordaba con qué sacrificio tenía que aguantar al exigente profesor, que por cierto dudaba de su talento, mientras sus compañeros jugaban tranquilamente en el patio del colegio. También se acordó de cuando le regalaron su, desde entonces, inseparable violín. Y de los reproches y comentarios inoportunos de su familia y amigos, recriminándole por haber elegido una profesión demasiado sacrificada y poco rentable, además de poner en duda sus aptitudes como violinista.

Pero su afición por la música y su determinación por llegar a ser un gran intérprete pudieron con todas las dificultades, que no fueron pocas, sobre todo en los años que estuvo en el extranjero donde pasó muchas privaciones e incluso tuvo que trabajar en un circo ambulante para poder comer.

Pero había llegado el momento de demostrar lo equivocados que estaban todos sus detractores. A partir de hoy empezaría a estar cotizado en el mundo de la música y su prestigio a la altura que se merecía. Iba a salir de la miseria y demostrar a todo el mundo que su sacrificio había merecido la pena. El día grande había llegado.

Pronto sus notas aterciopeladas recorrieron cada rincón del gran teatro y cada rincón de cientos de almas sedientas de música. El, el Profesor Deousmouth, era capaz de transmitir emoción y belleza.

El concierto fue brillante. El Director de la orquesta saludó una y otra vez al público, se volvió hacia el radiante solista, Profesor Deousmouth, para felicitarle efusivamente por su interpretación. Después, mandó ponerse en pié a toda la orquesta para recoger los interminables y emocionados aplausos del respetable. Luego se hizo el silencio y la penumbra invadió la sala. El concierto había terminado.

"Ha sido un gran concierto, pero tengo que ir pensando en comprarle cuerdas a mi violín y reanudar mis clases de música, porque como algún día, alguien se dé cuenta de que soy ventrílocuo y que hago el ruido con la boca se va a armar la "marimorena"... es que yo quiero ser violinista, caramba...", pensaba el Profesor Deousmouth, mientras guardaba cuidadosamente su querido violín en el reluciente estuche.

M.A. Benjamín









domingo, 14 de enero de 2007

...para una vida plena

• Da a la gente más de lo que esperan y hazlo con agrado
• Memoriza tu poema favorito
• No creas en todo lo que escuchas, ni gastes todo lo que tienes, ni duermas todo lo que quieras.
• Cuando digas "te amo", dílo de corazón
• Cuando digas "lo siento", mira a la persona a los ojos
• Cree en el amor a primera vista
• Jamás te burles de los sueños de los demás
• Ama profunda y apasionadamente. Puedes salir herido, pero esa es la única manera de vivir la vida completamente
• Frente a los desacuerdos, pelea limpio. No ofendas
• No juzgues a los demás por sus parientes
• Habla lentamente, pero piensa con rapidez
• Cuando alguien te haga una pregunta que no quieras responder, sonríe y pregúnta.
"¿por qué quieres saber?"
• Recuerda que el más grande amor y los mayores logros involucran mayores riesgos
• Llama a tu madre
• Cuando pierdas, no pierdas la lección
• Recuerda las tres R's: Respeto a ti mismo; Respecto a los demás; Responsabilidad por todas tus acciones
• No permitas que una pequeña disputa dañe una gran amistad
• Cuando te des cuenta que has cometido un error, toma medidas inmediatas para corregirlo
• Sonríe cuando respondas al teléfono. Quien llama lo podrá escuchar en tu voz
• Pasa algún tiempo en soledad
• Abre tus brazos al cambio, pero no te desprendas de tus valores
• Recuerda que el silencio es, a veces, la mejor respuesta
• Lee más libros y mira menos TV
• Vive una vida buena y honorable. Luego, cuando te hagas viejo y recuerdes el pasado, verás como la disfrutarás por segunda vez.
• Confía en Dios, pero cierra bien tu auto
• Una atmósfera amorosa en tu hogar es importante. Haz todo lo posible para crear un hogar tranquilo y armonioso.
• Ante desacuerdos con tus seres queridos, céntrate en la situación presente. No traigas de vuelta el pasado.
• Lee entre líneas
• Comparte tu conocimiento. Es una manera de lograr la inmortalidad
• Sé respetuoso con el planeta
• Reza. Hay un poder inconmensurable en la oración
• Jamás interrumpas cuando estés siendo halagado
• Ocúpate de tus propios asuntos
• Una vez al año, visita algún lugar donde nunca hayas estado
• Si ganas mucho dinero, dispónlo para ayudar a otros mientras estés con vida. Esa es la mayor satisfacción que la fortuna te puede dar
• Recuerda que el no conseguir lo que quieres es, a veces, un golpe de suerte
• Aprende todas las reglas y luego, rompe algunas
• Recuerda que la mejor de las relaciones es aquella donde el amor entre dos personas es más grande que la necesidad del uno por el otro
• Juzga tu éxito en la medida de lo que tuviste que renunciar para obtenerlo

Tantra Nepalés






domingo, 7 de enero de 2007

2007


A todas las personas que tienen la bondad por bandera.
porque su corazón es un paraíso.

A todas las personas que sueñan un mundo mejor
y con sus sueños lo crean y lo recrean.

A todas las personas que sin soñar un mundo mejor
viven para que esto ocurra.

A todas las personas que sin soñar un mundo mejor
y sin vivir para que esto ocurra,
en el fondo de su corazón desean el cambio.

A todas las personas que sin soñar un mundo mejor
y sin vivir para que esto ocurra,
colaboran para que el mundo no sea mejor
y no desean que cambie,
para que cambien ellas.

Y a ti,
especialmente a ti,
donde quiera que te encuentres,
con todo mi amor.


¡Feliz 2007!


viernes, 1 de diciembre de 2006

Yo estaré en tu pensamiento...

A Cris

Yo estaré en tu pensamiento, no seré más que una sombra imprecisa;

habré existido en un instante en que la alegría y la piedad ardían en tus ojos.

Pero también quiero permanecer desconocido en ti.

Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad.

Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así, imperceptiblemente amado, esperar la desaparición.

Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de sombra y cada uno está en su propia luz

Y la mía es la que tú vas abandonando.



Antonio Gamoneda







domingo, 26 de noviembre de 2006

Tus ojos

A tus ojos

He envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio
y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.

Tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro,

pero tú pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te
siento en mis labios al ir hacia la muerte.

Antonio Gamoneda

Tus Ojos

Tus ojos reflejan todo el peso de la humanidad. En esos ojos tristes se cierne la gran pregunta. La oscuridad del mundo en la palma de tu mano. Temo que nunca se disipe. Ansío tu abrazo sin tiempo. Un beso que nunca vamos a recuperar. Pensé en tu piel como refugio. Tú también sabes lo que se esconde tras los muros de la habitación. Sabes que tras los muros se halla la mentira primigenia, el miedo. El miedo a la oscuridad. Un sueño me perturba por las noches. Es una niña que espera. Espera una mirada como la tuya. Espera la miseria del mundo tras los muros de su casa. Sabe que cuando se apaguen las luces todo empezará de nuevo.

Entrada la noche me despierto entre tus sombras. Sabemos que se aprende rápido a ser infeliz. Ni el sol más brillante es capaz de descender. Encajada en un pequeño rincón de cielo me siento a contemplar. Nacen las esperanzas de abarcar las nubes con los dedos. Y nada se complica más. El día que soñé que te esperaba fue terrible. El pánico a que nunca llegaras fue aun peor que tu mirada. Tu mirada parecía interrogarme. Al lanzarme a tus brazos entendí que ya no había tiempo para amarte. Que no era esa la pregunta que se dibujaba en tus ojos. Y se acabaron las oportunidades para mí. Se acabaron las oportunidades para ti. Se acabaron los gritos que se escapan por las rendijas. Esos gritos ahora se ahogan en la noche. Un llanto se esconde dentro de la almohada y allí se halla tu respuesta. La respuesta a tus ojos es todo aquello que se encuentra en las esquinas de la habitación, donde un día te sentaste a esperar un cambio. A esperar el silencio. En tu mirada ya no se halla la pregunta. Se halla un mundo escondido por el miedo. Y la niña que he sido cree amarte por todo ese dolor que se refleja en tus ojos. Por esa pregunta que se contesta de forma cruel. Por ese misterio que se esconde tras los muros de la habitación.

Minaia Llorca




lunes, 13 de noviembre de 2006

Supongo que le amo profundamente

A tí y a las mujeres
a las que la ternura
recorre su cuerpo
como un escalofrío
Joshua Naraim


Supongo que le amo profundamente. En caso contrario, con toda seguridad no seguiría a su lado después de trece años, porque si algo tengo claro en la vida es que no me gusta arrastrar situaciones o personas que no me llevan a ninguna parte.
No es que él me lleve a destino alguno reconocido, pero viene conmigo por mi mismo camino, y eso en el fondo es llevarme. A ratos lo llevo yo, a ratos me lleva él, depende de cómo se dé el camino, de lo tortuoso o retorcido que sea dependiendo de los zapatos que calzamos cada uno.
Y lo cierto es que a pesar de mis tacones, suelo llevar paso más estable, y tropiezo menos, o esa es mi visión de nuestro caminar juntos.
Estoy convencida de que a las personas nos definen nuestras vivencias. No comulgo con esa máxima de que la persona nace o se hace, no. Creo que se hace en cualquier caso, y a él lo hicieron algunos años difíciles de los que nunca pudo recuperarse del todo, a pesar de la paz y el relativo equilibrio de nuestro tiempo juntos.
Un padre alcohólico marca mucho. Los recuerdos infantiles y preadolescentes de un hombre que llegaba a casa dando portazos y rompía la serenidad del hogar obligando a los niños a esconderse bajo las camas para presenciar lo menos posible discusiones llenas de gritos y amenazas convierten a un ser humano en alguien permanentemente asustado, que puede optar por reproducir ese mismo modelo o bien rechazarlo de plano.
Afortunadamente, su caso es el segundo. De aquel extremo, él ha pasado al extremo contrario, de modo que cualquier incremento del tono de voz ante las rabietas de los niños se convierte en un espanto en su cara y una reacción defensiva que no guarda proporcionalidad con el hecho.
Y eso, evidentemente, se traduce en incomprensiones, más protestas, más discusiones en las que reconozco que pierdo los nervios del todo.
Mi conclusión en esas ocasiones es que ya no me quiere como antes, ya no soy yo la protagonista de sus duermevelas, ya no la única y más importante razón de su día a día, ya no soy su preocupación, ya no le desasosiega el hacerme feliz por encima de todo.
Supongo que es cierto, entonces, que aquel enamoramiento del principio, como dice la gente, da siempre paso al cariño de ahora, a la relación testaruda de fuerte base pero escasa emoción.
Luego está el asunto de la convivencia. Tremenda palabra. Hoy en día existen incluso concursos en televisión basados en ese concepto, en la dificultad de afrontarla y superarla, donde asistimos absortos a los conflictos de completos extraños con los que en ocasiones nos sentimos profundamente identificados.
El tiene la costumbre de salar los filetes directamente sobre la encimera de la cocina. Lanza la carne sobre el granito y vuelca el salero con gran profusión.
No es que me parezca censurable. Lo que sin duda me lo parece es que luego no pase una bayeta y lo limpie, porque siempre casualmente ubico algún documento sobre la pasta infame de la sangre del animal pegoteada de granitos salados.
En la película “Hable con ella”, el personaje que interpreta Javier Cámara dice que el cerebro de las mujeres es un misterio. Supongo que es cuestión de cristal a través del que se mira, pero yo siempre he pensado que el misterio está en el de los hombres.
No concibo dejar la tapadera del water elevada después de usar el baño alrededor de una docena de veces al día, o el cuchillo lleno de mantequilla sobre la mesa, junto a madalenas desmigadas y la taza sucia al irme a trabajar por las mañanas.
No me explico cómo puede salpicarse hasta el último centímetro cuadrado del espejo en una sola lavada de manos y no darse cuenta al salir, ni por qué el lugar idóneo para dejar las zapatillas es la mitad de la alfombra de la habitación.
Me resulta incomprensible que el menú más apetecible si yo no estoy, aunque el frigorífico esté lleno de manjares sea un pollo asado del supermercado, y su desinterés por si los niños llevan el pantalón de un chandal y el jersey del otro.
En mi ausencia, los niños van al colegio con las greñas que han despegado de la almohada, sin que un triste peine las domestique. Los deberes pueden regresar en la mochila sin resolver tal y como llegaron, está permitido comer palomitas sin haber probado primer ni segundo plato y lanzarlas por doquier sin prejuicios.
Decorar de mil colores a rotulador la mesa blanca del salón no es sino una obra de arte, y llenarse la ropa recién lavada de manchas heterogéneas, una tarea ineludible a la que no pueden oponerse servilletas ni baberos.
Los niños son felices, por supuesto, pero yo pierdo el cabello del estrés de forma cada vez más preocupante.
Recuerdo una ocasión en la que un bol entero de patatas fritas sufrió un lamentable accidente, y él recogió varios puñados de forma mecánica, haciendo crujir el resto bajo sus pasos por la cocina sin ningún recato.
Cuando le pregunté si no era consciente de que un alto porcentaje de patatas fritas continuaba en el suelo y estaba pegándose a la suela de sus zapatos preguntó: “¿Qué patatas?”.
Tenemos un serio problema con las cortinas. Yo insisto en cerrarlas para evitar que las moscas se introduzcan en nuestro hogar y se conviertan en molestias insoportables durante todo el verano. El las descorre completamente cada vez que entra y sale al porche, aunque nunca me ha explicado por qué.
Cuando el bebé duerme la siesta intento caminar de puntillas por toda la casa, apenas suspiro, y si me caliento un café cierro la puerta de la cocina para que el pitido del microondas no la despierte.
El se sitúa justo en la puerta de su habitación y se suena la nariz de esa manera suya indescriptible que se asemeja al sonido que emite el elefante africano hembra, que es el que manda en la manada.
Otro grave problema es su condición de exfumador empedernido reconvertido en liga antitabaco unipersonal. Cuando su familia, que comparte conmigo el indeseable hábito, viene a casa a comer, él nos obliga a reunirnos tiritando en pleno invierno en la puerta de casa para consumir un cigarro en el menor tiempo posible, sin que una sola bocanada de humo traspase la puerta.
Otra de sus inefables costumbres es la de quitarme lo suelto que llevo en el monedero sin avisar. Cuando llego a Carrefour, descubro con sorpresa que no tengo euro para introducir en el carrito de la compra, lo que me obliga a entrar en el hipermercado, sacar dinero del cajero, comprar cualquier cosa innecesaria para conseguir una moneda, volver a salir al parking y entonces, desenganchar el carrito.
Por supuesto, en el transcurso de los minutos que dura esta operación, voy farfullando todo tipo de pestes, especialmente teniendo en cuenta que siempre llevo prisa.
Cuando nos casamos pensé con alivio que había recuperado finalmente el derecho a leer en la cama por las noches, una costumbre que mi madre persiguió históricamente obligándome a apagar la luz y dormirme a la fuerza, estrangulando así mi amor por consumir Literatura a diario y convirtiéndome en una nocturna prófuga de la lectura.
Mi obcecación por leer durante toda mi adolescencia me llevó a hacerlo a escondidas bajo las mantas, ayudándome de una linterna, y posteriormente, cuando nos cambiamos de casa, acercándome todo lo posible a la ventana y aprovechando la luz de una farola de la calle.
De este modo, cuando a los 30 años me sometí a un reconocimiento médico empresarial, el oftalmólogo comprobó con sorpresa que adolecía de vista cansada, como si tuviera veinte años más de los que tenía.
Sin embargo, el cambio de estado civil no vino sino a redundar en el mismo problema.
El aseguraba, primero suavemente, que no era capaz de dormir si la lamparilla de mi mesita estaba encendida. Cuando arreciaron mis protestas, se rindió a los argumentos, pero meses más tarde consideré insoportable su forma de mascullar entre dientes, dando vueltas en la cama tan vigorosamente que el colchón parecía una frágil lancha a la deriva en la más fuerte marejada, de modo que replegué mis tropas y abandoné el ansiado hábito.
Años más tarde, consideré que ya que no se me permitía leer, al menos exigiría un rato de televisión entre las sábanas como alternativa para conciliar el sueño.
Al principio él compartía esos ratos conmigo, pero en pocos minutos caía a plomo sobre la almohada y de nuevo comenzaba a gruñir y roncar alternativamente, hasta que se sentaba en la cama y estallaba de ira, llamándome egoísta.
De nuevo replegué mis tropas y me obligué a mí misma a permanecer en el inhóspito sofá del salón, cubierta por una manta, todo el invierno, hasta que el cansancio me rendía y me arrastraba trabajosamente por las escaleras hasta el lecho conyugal en el que él, curiosamente, permanecía roncando, pero con los auriculares de la radio en los oídos.
Nunca he entendido por qué el timbre de voz de Jose Ramón de la Morena no perturba su sueño, y en cambio, mi televisor sí lo hace, a pesar de que el volúmen era tan bajo que necesitaba aplicar las palmas de mis manos a los pabellones de mis orejas para conseguir desentrañar lo que decían los protagonistas de la película de turno. Hay noches que despierto, sobre las tres o cuatro de la madrugada, al son de alguna melodía o la voz de algún meloso locutor radiofónico nocturno y compruebo con espanto que los auriculares continúan pegados a su cráneo.
Pero él es así. Supongo que le amo profundamente porque soporto estoicamente sus manías y sus costumbres, e imagino que, aunque no me lo diga nunca, él también soporta las mías. También imagino que aquel jamón colgado del cielo que mi madre decía que estaba intacto, esperando a la primera pareja que lo mereciera por no haber discutido nunca, continúa allí.
Creo que es un padre estupendo, aunque no sea perfecto. Probablemente habrá pocos en la Historia que hayan criado unos niños tan saludables y felices hombro con hombro junto a una mujer con semejante dedicación, de hecho, hay pocos padres (afortunadamente actualmente más, pero siempre pocos) que crien a sus hijos.
También es un compañero de camino magnífico. A pesar de todos los pesares.
Sé que es su buena intención la que le lleva a ponerse la gorra de “señor todoarreglado” de la que habla el autor de “Los hombres son de marte y las mujeres de venus” cuando me quejo de que los niños no me dejan dormir los fines de semana, y propone que me vaya unos días a casa de mis padres a descansar.
Sé que quiere lo mejor para mí cuando me impele a llamar a tal o cual persona para conseguir un empleo mejor, aunque a mí eso me saque de mis casillas y le conteste que soy mayorcita para llamar a quien quiero y que no deseo su ayuda.
Sé que sus besos son sinceros, aunque en el fragor de la batalla diaria nos los demos escasa y casi maquinalmente.
Sé que no se da cuenta de que azul y verde muerde, y por eso viste a los niños como le parece, y que no los peina porque los encuentra guapos de todas formas.
Sé que nuestra relación está viva porque él pone mucho de su parte, porque sin duda queda mucho de aquello que nos apegó el uno al otro casi desesperadamente cuando nos conocimos, de forma casual, aquella mañana de Enero.
Anoche, a oscuras, en nuestro dormitorio, acurruqué mi cabeza en su regazo durante largo rato. Charlamos profusamente de todo un poco, apenas recuerdo de qué, porque estaba adormilada, pero sí recuerdo su tono de voz, acariciadora y sus manos sobre mi pelo, incansables, velando mi viaje de la vigilia al sueño.
Sólo en sus brazos me siento en casa. Sólo su calor reconforta mi alma incluso al término del día más descorazonador, más agotador o más aburrido.
Creo que una vez más hablamos del amor, de lo que lleva a las personas a conocerse, de esos largos dedos de un destino mágico que te sitúan en un lugar concreto en un momento concreto, de modo que ese instante cambia tu trayectoria vital.
O hablamos de nuestros hijos, de sus ingenuidades, de sus ilusiones, de sus presencias en nuestras vidas.
Con él, las conversaciones se convierten en eternos monólogos compartidos, en interminables poemas dialogados, en intercambio de instantáneas de la memoria, casi en diálogos conmigo misma. Incluso las soledades son hermosas. Porque son deseadas.
Me gusta decirle que es mi media mitad, porque así lo siento.
Supongo que, algunas veces, cuando la convivencia nos supera momentáneamente, olvido que estoy refunfuñando contra mí misma, que con quien me enfado es conmigo, por no ser capaz de expresarle del modo adecuado lo que no me gusta.
Supongo que le amo profundamente, porque aunque no me deja leer o ver la televisión en la cama, nunca me he planteado dormir en otra.
Imagino que si dormir con él me sigue compensando, es porque le amo profundamente.
Y cuando a mediodía, al llegar del trabajo con el correo recogido del buzón, he dejado las cartas sobre el desierto de granito de la encimera de la cocina y los sobres se han llenado de esos gordos granos de sal, lo he imaginado con una gran sonrisa, entre los humos de la sartén, y cortando la carne en pequeños trocitos para que los niños puedan masticarlo bien.
Y la ternura de esa imagen ha recorrido mi cuerpo como un escalofrío.

Franca Velasco




viernes, 10 de noviembre de 2006

Como la tierra seca abre


A Marian

Como la tierra seca abre
su dura entraña el agua,
como el galope de un caballo fuerza el horizonte
y hace saltar el corazón los límites
de la indefensa vida: así has vennido tú.
Te reconozco.
Así has llegado. Es tiempo
de dolor. Es tiempo, pues, de alzarse.
Tiempo de no morir.
Pues has venido
cuando hasta su raíz mis huesos
la pena quebrantaba.
Así has llegado, así has venido tú,
fidelidad sin fin que me ata a la vida.

José Ángel Valente



lunes, 30 de octubre de 2006

Cinco meses en Oaxaca: Catarsis de Luz Stella o Monólogo Octembrino



"A Luz Stella,
mujer valerosa, comprometida y amiga,
a modo de abrazo en la distancia y el tiempo,
en estos momentos díficiles de su vida en Oaxaca,
con la esperanza de recuperar el paraíso"
Joshua Naraim

"En la prosperidad nuestros amigos nos conocen.
En la adversidad nosotros los conocemos".

¡Han trancurrido cinco meses y seguimos vivos!

Hoy hace cinco meses que empezó esta locura en Oaxaca, cinco meses de toma de la ciudad. Los senadores del PAN, del PRI y del PRD -señores de mucho pantalón y pocos huevos- que han venido a visitarnos afirman con desfachatez que no pueden declarar la ingobernabilidad... Y ya son 10 muertos, el último de ellos en una barricada. Y es ahora cuando me doy cuenta del ángel que tuve protegiéndome aquella madrugada de agosto en que me enfrenté a ella con mi bebé enfermo camino del hospital.

Aún en los peores momentos de ruptura, muerte o secuestro sentía que mi lugar era en Colombia -mi país natal- con mi gente. Jamás pensé abandonarlo para siempre:¡Pero la vida da tantas vueltas...!

La vida, a veces, es una ironía. Cuando me vine de Colombia pensé que el sonido de las balas y las bombas quedaría convertido en un lejano recuerdo o, en el peor de los casos, en una sufrida y amarga pesadilla, pero abrigaba la certeza de que esa funesta musica de fondo nunca más sería cotidiana y real; que atrás dejaba la guerra, la violencia y la desesperanza.

¡Que va…!¡La realidad es otra, es tozuda, tiene patas y me alcanzó en Oaxaca. Quizás sea mi karma. Mi madre dice que: "No hay lugar en donde el buey no are". Mi madre no sabe que eso lo escribió Violeta Parra, pero ella lo dice siempre; es un dicho muy popular en Colombia, y allí el significado que se da al buey es el de un animal muy laborioso, nada tiene que ver con el significado mexicano del término.

Alejandro, mi esposo, me dijo que Oaxaca era un paraíso, y yo, enamorada, olvidé que todo paraíso tiene su serpiente.

En estos cinco meses, ciento cincuentra y tres días para ser exactos, me llegaron multitud de cartas de personas perdidas en el espacio y el tiempo que nos envían su abrazo solidario. Cartas que me llenaron de sorpresa y de alegría al reanudar el contacto perdido o de tristeza por la noticia de algún amigo fallecido. Mis excompañeras de trabajo, allá en Colombia, y algunos amigos de corazón me escribieron contándome que se habían reunido y propuesto una colecta para enviarnos el dinero recaudado o unos pasajes de regreso, si nuestro deseo era volver. Yo solo les pedí que oraran. Otros nos mandaron sus mejores deseos y su amor, pues no cuentan con más, pero eso para mi ya es todo. Por eso viví y sentí el valor de la palabra “solidaridad” en toda su extensión y dimensión, palabra que siento, con dolor, que algunos mexicanos desconocen y que tampoco encuentran en sus dicionarios.

Dicen que "los amigos son los hermanos que se escogen". Yo soy hija única no tengo hermanos, pero que lindos los que tengo.

¿Saben qué es el hambre crónica? En Colombia se ha tipificado como, "una versión silenciosa e insidiosa de hambre en la cual las personas y familias, de manera persistente, no logran acceder a la cantidad de calorías y nutrientes que requieren sus organismos. En ese sentido, el PROYECTO HAMBRE, organización civil establecida en 1977 en Estados Unidos, nos recuerda que “El hambre crónica no es una cuestión de alimentos. Ocurre cuando las personas carecen de una oportunidad o sistemáticamente se les niega la ocasión de ganar el dinero necesario para producir suficiente comida, recibir la educación necesaria, desarrollar las habilidades precisas para cubrir sus necesidades primarias y tener una voz en las decisiones que afectan sus vidas".Pero eso no sucede solo en Colombia. Aquí en Oaxaca hay familias que subsisten con 14 pesos diarios. Si, esos 14 que no nos sirven para nada a nosotros son un todo para ellos. Mujeres a las que solo se les da el trabajo de sirvientes, porque como he oído de labios de mexicanos del DF, es sabido que las “mejores sirvientas son las indias oaxaqueñas”. Vivo en un país mestizo que discrimina y niega la existencia del otro por ser diferente, en donde hay propagandas en la televisión para que usen ciertas cremas blanqueadoras y los dejen entrar en los antros,un país en donde se exhibe orgullosamente el perfil de las mujeres televisa, rubias y de ojos azules como un ideal mexicano.

Pero de esto no se habla, es más chic y de moda hablar de otras PEJEndejadas.

Amigos tengo por cientos
para toda mi delicia
yo lo digo sin malicia
con verdadero contento
yo soy amiga del viento
que rige por las alturas
amiga de las honduras
con vueltas y torbellinos
amiga del aire fino
con toda su travesura

Yo soy amiga del fuego
del astro más relumbrante
porque en el cielo arrogante
camina como su dueño
amiga soy del ruiseñor
relámpago de la luna
con toda su donosura
alumbra la más furiosa
y amiga de las frondosas
oscuridades nocturnas.

Amiga del solitario
lucero de la mañana
y de la brisa temprana
que brilla como el rosario
amiga del jardinario
del arco de las alianzas
amiga soy de confianza
de nubes y nubarrones
también de los arreboles
en todas las circunstancias.

Amiga soy de la lluvia
porque es un arpa cantora
de alambres y de bordonas
que tuntunean con furia
amiga de la centuria
de los espacios tesoros
y de los ecos sonoros
que guardan los granizales
amiga de los raudales
que entonan su lindo coro.
Amiga de la neblina
que ronda los horizontes
cordillerales y montes
con su presencia tan fina
la nieve por blanquecina
poblados y soledades
bonanzas y tempestades
son mis amigos sinceros
pero mi canto el primero
de todas mis amistades.

(Violeta Parra) (1954-1957)


En estos cinco meses me han quedado muchas dudas y muchas cosas muy claras.
En lo referente a las acciones en momentos de crisis me he planteado esta pregunta ¿Qué he hecho yo por Oaxaca? A lo que me respondo:
He escrito a Naciones Unidas, a Derechos Humanos, a la UNICEF, recibí algo de Amnistía Internacional por dos amigas Colombianas en Italia. Escribí un correo para que fuera reenviado por mis amigos a sus contactos adjuntando una carta del pueblo de Oaxaca dirigida a los dos presidentes, el saliente y el entrante. En Caracol que es la principal cadena de comunicación en Colombia se hizo un programa radial de dos horas dedicadas a nosotros los habitantes de Oaxaca y dedicado a la “compatriota y su familia” o sea yo. Lloré a moco tendido y cuando hablé por radio desde aquí se me cortó la voz, pero hice la denuncia que correspondía al caso intentando ser objetiva e imparcial. A pesar de que como extranjera soy susceptible de que me apliquen el 33 y me deporten por hablar de política, como ser humano tengo derechos inalienables que no se me pueden vulnerar y que estan amparados por los derechos civiles y humanos de ambos paises y a nivel internacional. (Derecho al trabajo, a la educacion, al libre tránsito y otros más ademas de los derechos de los niños que protegen a mis hijos menores de edad)

Alejandro no quiso que grabara el programa porque dijo que había cosas que se deben dejar ir y diluir. El programa empezó con la historia de Aquiles y su indolencia, lo que conllevo a la muerte de Patroclo y a la de Héctor; luego se hablo de la indolencia de algunos estados durante la segunda guerra mundial para terminar y recaer en la situación de México y en el caso Oaxaca.

Tengo mi conciencia tranquila porque hice lo que a mi juicio tenía que hacer en su momento. Que haya servido o no para algo es cuestion de otro analisis de catarsis.

Hemos decidido quedarnos en Oaxaca pidiendo a Dios que la empresa resista. Hay tanto desempleo y miles de millones de dólares perdidos por la toma de la ciudad. Alejandro recibió la oferta generosa de un amigo llamado Fernando quien nos brindó una casa de su propiedad en Pachuca. Y otras personas le escribieron ofreciendole su apoyo. Afortunadamente no estamos laboralmente en una situación crítica, la empresa ha aguantado el embite y es el sustento de varias familias de la sierra, en Querétaro, en Oaxaca y en Colombia.

Esta semana a Alejandro, lo invitaron a los diálogos por Oaxaca en su calidad de restaurador, en la mesa de trabajo por el patrimonio tangible de la ciudad, nos sentamos junto a gente de la Appo . Alejandro aportó sus ideas. A ver que pasa.

Eso hemos hecho nosotros por Oaxaca. ¿Qué has hecho tu?

Luz Stella (Adaptado por Joshua Naraim)




viernes, 27 de octubre de 2006

Sombra de Otoño

A Issazul,
para que no pierda la fascinación de la sorpresa
y de las suaves sacudidas...
Joshua Naraim

Sombra blanca de mi alma,
errante entre los caminos,
cavando siempre las sepulturas
de la noche.
Un día, aturdido te vi,
desamparada de voz,
desnuda de imaginación,
muda de fantasía.
Sentí en tu ausencia la oscuridad
alimentando la lumbre de tu huella
y mi duda creció, creció en tu busca
y el eco de mi garganta se agotó
en los caminos embelesado
por tu lejanía.
Sombra blanca de mis sueños
no te pierdes por los caminos
ni te llevan los ecos de otros cantares
que el espejismo es agua, cuando más
sed tienes.
Ven, quédate aquí en este árbol que te engendró,
entiérrate en mis raíces y dame tu fruto.
Que tu camino es mi comienzo
y tu eco es mi voz.

Saleh Abdelahi



sábado, 14 de octubre de 2006

Lo que nos enseñan a los economistas

No me enseñaron a entender la iniciativa personal. Me enseñaron, como a todos los estudiantes de ciencias económicas, a creer que toda la gente, a medida que va creciendo, debe prepararse para conseguir empleo en el mercado laboral. Si Ud. no logra conseguir un puesto, se inscribe para recibir ayuda del gobierno. Pero no podía sustentar estas creencias cuando me enfrenté a la vida real de los pobres en Bangladesh. Para la mayoría de ellos, el mercado de trabajo no significaba mucho. Para sobrevivir, se concentraban en sus propias actividades económicas. Pero las instituciones políticas y económicas no se daban cuenta de su lucha. Eran rechazados por las instituciones formales, sin haber hecho nada para merecerlo.

Me asombraba ver cómo sufrían los pobres porque no podían conseguir una pequeña suma de capital de trabajo - la cantidad que necesitaban era inferior a un dólar por persona. Algunos de ellos sólo podían conseguir el dinero en condiciones muy injustas. Tenían que vender los bienes al prestamista al precio arbitrario que él decidía.

Creamos instituciones y políticas basadas en la manera en que hacemos suposiciones sobre nosotros y otros. Aceptamos el hecho que siempre habrá pobres entre nosotros. Por eso hemos tenido gente pobre entre nosotros. Si hubiéramos creído que la pobreza es inaceptable para nosotros, y que no debe pertenecer a un mundo civilizado, habríamos creado instituciones y políticas apropiadas para crear un mundo sin pobreza. Queríamos ir a la Luna - y fuimos a ella. Queríamos comunicarnos unos con otros muy rápidamente - por lo que hicimos los cambios necesarios en la tecnología de las comunicaciones. Logramos lo que queremos lograr. Si no estamos logrando algo, mi primera sospecha recae sobre la intensidad de nuestro deseo de lograrlo.
Creo firmemente que podemos crear un mundo sin pobreza, si queremos.

En ese mundo, el único lugar para ver la pobreza es en un museo. Cuando los escolares visiten el museo de pobreza, se horrorizarán al ver la miseria e indignidad de los seres humanos. Culparán a sus antepasados por tolerar esta condición inhumana de una manera masiva.

Grameen me ha enseñado dos cosas: primero, nuestra base de conocimientos sobre las personas y cómo actúan todavía es inadecuada; segundo, cada persona es muy importante. Cada persona tiene gran potencial. Ella sola puede influir en las vidas de otros en comunidades, y naciones - dentro y más allá de su propio tiempo. Cada uno de nosotros tenemos en nuestro interior mucho más de lo que hemos tenido oportunidad de explorar hasta ahora. A menos que creemos un ambiente favorable para descubrir los límites de nuestro potencial, nunca sabremos lo que tenemos dentro. Grameen me ha dado fe, una fe inquebrantable en la creatividad de los seres humanos. Esto me lleva a creer que los seres humanos no nacen para sufrir la desdicha del hambre y la pobreza. Sufren ahora, y sufrieron en el pasado porque ignoramos al tema.
Muhammad Yunus

Discurso de aceptación del premio "Ayuda a la Auto-ayuda" de la Fundación Stromme.
26 de septiembre de 1997, Oslo, Noruega.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

Las piedras grandes...



"Las cosas más importantes no deben estar nunca
a merced de las menos importantes".

Johann Wolfgang von Goethe

¿Qué haría si me quedara solamente una hora de vida?
¿Cómo sería esa hora, la más larga o las más corta de mi vida?
¿Me queda todavía una hora de vida?
En mi corazón llevo escrita una máxima, que por desgracia, incumplo más de lo que quisiera: "Vive como si fuera el último minuto de tu vida pero como si fueras a vivir eternamente".
Me viene a la cabeza una historia, que seguro estará por internet y que recopile hace ya algunos años

Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:


¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?


Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:


¿Está lleno?


Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió:


¿Está lleno?


Esta vez los oyentes dudaron:


Tal vez no.


¡Bien!


Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.


¿Está lleno? preguntó de nuevo.


¡No!, exclamaron los asistentes.


Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.


Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó.


Un alumno respondió:


Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.


¡No!, concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuales son las grandes piedras en tu vida? Tu salud, tu familia, tus amigos .... Recuerda, ponlas primero. El resto ya encontrará su lugar.

¿Cuales son las grandes piedras de mi vida? ...
¿Y de la tuya...?





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