El Director de la Orquesta Sinfónica ya había reclamado la atención de todos los profesores golpeando con su batuta en el atril. Solo la inoportuna tosecilla de algún acatarrado espectador turbaba el silencio mágico previo a que sonara el primer acorde.
El profesor Deousmouth, sujetaba el arco de su violín manteniendo la respiración mientras aguardaba impaciente el instante de dar la primera nota.
Desde que era niño había soñado con ese momento. Los miles de horas de estudio, la gran cantidad de días de sacrificio y dedicación para mejorar en su profesión, por fin tenían la compensación merecida, porque hoy debutaba como solista en la orquesta de sus sueños.
En esos segundos de espera interminable, le venían a la cabeza las primeras clases de música cuando todavía era un niño, y recordaba con qué sacrificio tenía que aguantar al exigente profesor, que por cierto dudaba de su talento, mientras sus compañeros jugaban tranquilamente en el patio del colegio. También se acordó de cuando le regalaron su, desde entonces, inseparable violín. Y de los reproches y comentarios inoportunos de su familia y amigos, recriminándole por haber elegido una profesión demasiado sacrificada y poco rentable, además de poner en duda sus aptitudes como violinista.
Pero su afición por la música y su determinación por llegar a ser un gran intérprete pudieron con todas las dificultades, que no fueron pocas, sobre todo en los años que estuvo en el extranjero donde pasó muchas privaciones e incluso tuvo que trabajar en un circo ambulante para poder comer.
Pero había llegado el momento de demostrar lo equivocados que estaban todos sus detractores. A partir de hoy empezaría a estar cotizado en el mundo de la música y su prestigio a la altura que se merecía. Iba a salir de la miseria y demostrar a todo el mundo que su sacrificio había merecido la pena. El día grande había llegado.
Pronto sus notas aterciopeladas recorrieron cada rincón del gran teatro y cada rincón de cientos de almas sedientas de música. El, el Profesor Deousmouth, era capaz de transmitir emoción y belleza.
El concierto fue brillante. El Director de la orquesta saludó una y otra vez al público, se volvió hacia el radiante solista, Profesor Deousmouth, para felicitarle efusivamente por su interpretación. Después, mandó ponerse en pié a toda la orquesta para recoger los interminables y emocionados aplausos del respetable. Luego se hizo el silencio y la penumbra invadió la sala. El concierto había terminado.
"Ha sido un gran concierto, pero tengo que ir pensando en comprarle cuerdas a mi violín y reanudar mis clases de música, porque como algún día, alguien se dé cuenta de que soy ventrílocuo y que hago el ruido con la boca se va a armar la "marimorena"... es que yo quiero ser violinista, caramba...", pensaba el Profesor Deousmouth, mientras guardaba cuidadosamente su querido violín en el reluciente estuche.
M.A. Benjamín
El profesor Deousmouth, sujetaba el arco de su violín manteniendo la respiración mientras aguardaba impaciente el instante de dar la primera nota.
Desde que era niño había soñado con ese momento. Los miles de horas de estudio, la gran cantidad de días de sacrificio y dedicación para mejorar en su profesión, por fin tenían la compensación merecida, porque hoy debutaba como solista en la orquesta de sus sueños.
En esos segundos de espera interminable, le venían a la cabeza las primeras clases de música cuando todavía era un niño, y recordaba con qué sacrificio tenía que aguantar al exigente profesor, que por cierto dudaba de su talento, mientras sus compañeros jugaban tranquilamente en el patio del colegio. También se acordó de cuando le regalaron su, desde entonces, inseparable violín. Y de los reproches y comentarios inoportunos de su familia y amigos, recriminándole por haber elegido una profesión demasiado sacrificada y poco rentable, además de poner en duda sus aptitudes como violinista.
Pero su afición por la música y su determinación por llegar a ser un gran intérprete pudieron con todas las dificultades, que no fueron pocas, sobre todo en los años que estuvo en el extranjero donde pasó muchas privaciones e incluso tuvo que trabajar en un circo ambulante para poder comer.
Pero había llegado el momento de demostrar lo equivocados que estaban todos sus detractores. A partir de hoy empezaría a estar cotizado en el mundo de la música y su prestigio a la altura que se merecía. Iba a salir de la miseria y demostrar a todo el mundo que su sacrificio había merecido la pena. El día grande había llegado.
Pronto sus notas aterciopeladas recorrieron cada rincón del gran teatro y cada rincón de cientos de almas sedientas de música. El, el Profesor Deousmouth, era capaz de transmitir emoción y belleza.
El concierto fue brillante. El Director de la orquesta saludó una y otra vez al público, se volvió hacia el radiante solista, Profesor Deousmouth, para felicitarle efusivamente por su interpretación. Después, mandó ponerse en pié a toda la orquesta para recoger los interminables y emocionados aplausos del respetable. Luego se hizo el silencio y la penumbra invadió la sala. El concierto había terminado.
"Ha sido un gran concierto, pero tengo que ir pensando en comprarle cuerdas a mi violín y reanudar mis clases de música, porque como algún día, alguien se dé cuenta de que soy ventrílocuo y que hago el ruido con la boca se va a armar la "marimorena"... es que yo quiero ser violinista, caramba...", pensaba el Profesor Deousmouth, mientras guardaba cuidadosamente su querido violín en el reluciente estuche.
M.A. Benjamín
3 comentarios:
UN ABRAZO
UNA SONRISA
historia mágica con gusto a secreto, orgullo y miedo
i
Jobar, né. Esto se avisa (el cambio, digo :))), que me he quedado dos o tres segundos en suspenso...
Hola.- No tengo tiempo de leer. Pero me apetecía un paseo por aquí. Siempre encuentro calma en tus letras. Y falta me hace.
Jajajajajajaja, Gran historía.
De casualidades llegué,me voy con una sonrisa, Gran talento el del Sr Deousmouth.
Saludos Cordiales.
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