Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar. Nos vestimos cada día sin saber cuántos grados de soledad seremos capaces de alcanzar, o si, por el contrario, nos sucederán tantas cosas que hasta nuestra chaqueta se sentirá extraña. Y al arribar la noche no sabremos dónde estamos, cuánto nos queda para llegar a la maravilla o al precipicio. Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo o del dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos. Todos vivimos en la frontera, en la invisible línea que separa palabra y silencio. Hablamos y no hacemos sino callar lo que realmente queremos decir. Guardamos silencio y nos desnudamos de tanto contar. Abrimos una puerta y cerramos un sueño. Tapiamos una ventana y los ojos se queman con el paisaje. Recibimos una carta y el tiempo pasado borra sus letras. Entre lo claro y lo oscuro navega nuestro pensamiento, y arde cuando sólo quedan las cenizas. Toca la verdad pero se ve deslumbrado por la mentira. Su alma es la razón y, sin embargo, a veces delira. Nada es como es y todo es como nunca fue. Así, instalados en esta frontera del desconcierto, transcurrimos. Nuestros labios mueven el aire del beso y una piel se estremece mientras huye. Nuestras manos se tienden sobre un cuerpo y se vuelven sordas. Queremos hacer algo y nos llaman de otra parte. Nos quedamos quietos y giramos veloces empujados por deseos y presencias. Perseguimos lo imposible y pasamos de largo ante lo que nos ofrece su compañía. Afirmamos estar enamorados y nunca medimos el amor por la calma de los días. Decimos «sí», y sólo pensamos en nosotros. Escribimos «no», y entre las dos letras tiembla la duda. Plantamos una rosa y crece sólo la herida hecha por sus espinas. Todos vivimos en la frontera, anudados a la paradoja, sirvientes del dolor en la alegría y de la ignorancia en el saber. Todos vivimos en una lágrima dentro de la felicidad. Todos tenemos lo que perdemos y escuchamos lo que no nos dicen. Todos habitamos aquello de lo que fuimos desterrados. Todos pregonamos unos principios desmentidos luego por nuestros actos. Y al cruzar a la otra orilla nos ahogamos arrastrados por las voces que ya no oímos. ¡Qué delgada frontera abre y cierra nuestra vida!
(De La estación azul, recogido en La rosa inclinada (poesía 1976- 2001), Madrid, Calambur, 2001, pp. 253-254).Javier Lostalé.
(De La estación azul, recogido en La rosa inclinada (poesía 1976- 2001), Madrid, Calambur, 2001, pp. 253-254).Javier Lostalé.
5 comentarios:
qué desasosiego este exilio en el sí mismo
Aspiro en el aroma de la rosa
el filo de todas sus espinas.
Podría escoger cualquiera de las frases y hacerlas mías,son tan ciertas, tan exactas que parece que las he pronunciado en algún momento de mi vida... pero el Sr. Lostalé se adelanto en escribirlas, en jugar con ellas en este Calambur.
¡Cachis la Mar!
Hoy mi ánimo se decanta por estas:
"Todos vivimos en una lágrima dentro de la felicidad".
"¡Qué delgada frontera abre y cierra nuestra vida!"
Gracias Joshua, por acercarnos a estas cosas tan bonitas.
Mar
A todos gracias por vuestra visita, es lo que da sentido a este rincón irreal y mágico. Compartir lo que emociona, lo que toca el alma o la piel, lo que uno piensa o siente, lo que detesta o lo que admira no es sino un puente que une orillas distantes hasta hacerlas próximas. Puedo sentir la caricia del viento, de vuestro viento.
Isablue, el desasosiego es una puerta puerta abierta a la curiosidad. ¿Tienes un blog, una web o un e-mail? Me gustaría descubrir alguno de los velos con que te cubres. Bicos.
Oh, Craz, transpiras encanto, originalidad y tristura. Si tuviera que imaginarte en una época te situaría en el romanticismo, quizá viviendo en la frontera con Lord Byron, con la niebla invadiendo el paisaje y un ligero toque de amargura endulzando tu poesía.
Querida Mar,yo también siento casi todas las frases como propias. Quizá por eso las reproduzco y las comparto, no sin cierta -sana- envidia.
De todas mi elección, aunque no sea la más bella, por parecerme más real y vital, es que "Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo". Y como funámbulo de la vida, me gusta caminar sobre la línea en equilibrio, en armonía, en paz y en sosiego.
Un abrazo en la frontera, en esta noche de lluvia, en que escribo estas líneas mientras Jonh Coltrane me acaricia con su saxo.
Mira tú por donde...esta noche estaba exhausta, y he llegado aquí...he calmado los ojos y he relajado el alma.
No podría decirte por cual de todas optaría. Hoy no estoy para elecciones, ni prioridades. Y menos con tantas verdades por delante.
Gracias por esta-nuestra- compañia.
Olimpia.
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