miércoles, 3 de agosto de 2005

Cadáveres rebosantes de salud




A Indah y a su dedín dañado

Tus lágrimas
chisporrotéan
apagando las brasas



CADÁVERES REBOSANTES DE SALUD


Todos tenemos la muerte anunciada y sólo nos falta conocer la fecha. Hay tipos que mueren a los cien años y crios que apenas tuvieron tiempo para jugar con su féretro. La muerte es un asunto de toda la vida en el que sólo cambia la manera de morirse. Cada día se muere menos gente en su cama y aumenta el número de los que sucumben en la carretera, muchos de ellos en esos terribles accidentes en los que con la violencia de la colisión la cabeza del muerto no sería de extrañar que apareciese en el maletero del otro coche. Al Gobierno no le cabe esto en la sesera y se empeña en que los contribuyentes no se mueran por fumar, ni por conducir, tampoco por tomar bebidas alcohólicas o meterle otras drogas al cuerpo. Con ese acoso en tantos frentes de riesgo, maldita sea, uno se pregunta de qué coño quiere el Gobierno que se muera la gente. ¿De no fumar?¿De no beber?¿Habremos de morir acaso de no padecer enfermedad mortal alguna?¿Moriremos de favor?¿Tal vez para presumir? Al cabo de tantos años de pedirnos explicaciones por nuestra vida, ¿habremos de soportar que nos pidan explicaciones también por nuestra muerte? A lo mejor hemos emprendido un camino surrealista en el que la muerte nos la decida la Administración y hayamos de pedir la vez para que se nos fusile por prescripción facultativa en los hospitales de la beneficencia. Porque resulta que incluso los médicos te riñen por tus cuadros clínicos, con lo cual tengo claro que en caso de enfermedad me será más interesante contarle mi problema al mecánico del coche.
Esto de la salud no hay Dios que lo entienda. En mi infancia era malo comer pescado azul, que es justamente lo que ahora te recomiendan los dietistas. Contra lo que siempre creimos, ahora resulta que las patatas no engordan, ni el aceite de oliva, ni los bocadillos de chorizo. Un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona acaba de confirmar que tampoco engordan los helados. Y ya sabíamos que tampoco nos engorda el tocino, la misa o los pasteles. A este paso, va a resultar que lo que nos engorda es el hambre. Pero a la vanguardia de las grasas dietéticas se opone la advertencia de que todo produce cáncer: el tabaco, el alcohol, el sol, los escapes de los coches, el papel de las quinielas, el humo de los crematorios, todo, incluso la quimioterapia, produce cáncer. Hace un par de años cundió la alarma porque se decía que la telefonía móvil era una fuente de cáncer, cuando lo que en realidad produce la telefonía móvil es el deterioro del idioma, esa cosa que antes te cobraban los médicos cuando ibas a la consulta y de la muerte te avisaban delicadamente con aquel texto jeroglífico en el que se mezclaban la soberbia, el parkinson y el latín.

José Luis Alvite





1 comentario:

indah dijo...

Gracias, gracias, gracias.

Hemos pasado (mi dedito y yo), ratos magníficos leyendo a José Luis Alvite. Y con éste articulo suyo, también. Tiene razón: "La muerte es un asunto de toda la vida en el que sólo cambia la manera de morirse." Ellos erre que erre y nosotros haciendo lo que nos da la gana :) Si es que no tenemos remedio: somos como niños.

Curiosamente, durante casi todo el año 'sacan' por ahí a quienes llaman, eufemísticamente, grupos de la 'tercera edad' (y algunos están mejor conservados que doña Sonsoles, que con el trajín de arreglar su 'solución habitacional' para el verano, se nos está quedando en ná); pues eso, los sacan y los llevan por ejemplo a Sierra de Francia. ¿Cómo voy a tener yo nada en contra de un paraje natural bellísimo como el de Las Batuecas, o contra La Alberca, capital de la Sierra, y monumento histórico-artístico, que ha sabido conjugar la modernidad sin ceder un ápice en la conservación de multitud de tradiciones y costumbres? Pero jolines, vaya caminatas que les meten entre pecho y espalda, ¿y las cuestas? Por no hablar de las excursiones por esas carreteras de Dios, con semejantes curvas, y los autocares del siglo pasado.

No sé si se habrá preguntado el señor Alvite, como lo hago yo, qué aviesas intenciones pueden esconder esos quince días de "vino y rosas" :))

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