jueves, 16 de junio de 2005

El sapo Paco


Hay personas que no dicen:
"Voy a alcanzarlo todo".
Dicen:
"Yo ya lo soy todo,
pero puedo crecer"
Joshua Naraim


EL SAPO PACO

Había una vez una charca en la que habitaban varias especies de sapos. Vivían felices y contentos y, como dice la Biblia, crecieron y se multiplicaron hasta que la charca se hizo pequeña.

Para colmo de males sobrevino una fuerte sequía y el nivel de las aguas comenzó a descender día a día. Cada día que pasaba había menos agua y la convivencia entre los sapos comenzó a hacerse incomoda.

Los líderes de los sapos se reunieron en comité, para estudiar la situación, y llegaron a la conclusión de que el problema era la falta de lluvia; la solución era esperar: pronto llovería y volverían a vivir tan felices como antes.

No obstante, uno de los sapos, “el sapo Paco”, ajeno a todas aquellas deliberaciones se puso a dar saltos tratando de salir de la charca y de alcanzar el nivel superior, que dado el descenso de las aguas ya le quedaba un poco alto. Lo intentaba una y otra vez, sin conseguirlo.

Los otros sapos al verlo le decían: “Para que saltas. Nunca llegarás al otro lado. No malgastes tus fuerzas. Pronto va a llover y volveremos a estar como antes”. Pero el sapo Paco no hacía caso alguno a lo que le decían y seguía y seguía intentándolo.

Poco a poco con el ejercicio la potencia de sus ancas se fue haciendo mayor, y a los pocos días, consiguió saltar al otro lado de la charca.

Los sapos más potentes y preparados, al verlo marchar y darse cuenta que no volvía, siguieron sus pasos y también salieron de la charca. No obstante, un gran número de sapos aleccionados por sus líderes se quedaron tranquilamente en la charca esperando la lluvia.

Hemos de decir que la lluvia no llegó y todos los sapos de la charca se murieron, porque cuando quisieron salir, el desnivel era tan grande que todo esfuerzo se hizo inútil.

Al otro lado de la charca había un gran lago lleno de nenúfares y los sapos supervivientes, que habían optado por el éxodo, recuperaban su antigua felicidad en un nuevo paraíso.

Agradecidos aclamaban al sapo Paco como su salvador por haberles enseñado el camino de esta nuevo Edén, pero el sapo Paco no hacía caso alguno a lo que le decían y seguía con su vida de siempre.

Ya cansados de que sus alabanzas y agradecimientos no tuvieran respuesta por parte del sapo Paco, comenzaron a alborotarse a acusarlo a gritos de orgulloso y engreído.

Y en medio del tumulto un viejo sapo les dice: "No hay vanidad ni orgullo ni desprecio, el sapo Paco es simplemente sordo."





2 comentarios:

UMA dijo...

Me encantò tu frase inicial:"yo ya lo soy todo, pero puedo crecer", sintetiza tambièn este cuento que es como salido de la sabidurìa oriental.Es un cuento muy sencillo y sin embargo me dà a pensar mucho, en la vanagloria, en la soberbia,en mucha gente que conozco y en mis propias debilidades,por què no decirlo.Si creemos, desde la soberbia, que somos seres 'acabados', estamos acabados."Muchos habrían sido sabios si no hubieran creído
demasiado pronto que ya lo eran." Gracias Joshua, siempre Gracias.

Joshua Naraim dijo...

Gracias a ti UMA por tus frecuentes visitas a esta tu casa.
A veces es en encontrar "la sencillez" donde radica nuestra máxima dificultad ¡Ponemos tanto empeño en complicarnos la vida! Creo que como el sapo Paco tenemos que hacer de la sordera una virtud y no escuchar a los innumerables "sabios" que nos desalientan, que nos limitan, que nos impiden crecer y quieren mimetizarnos en su podredumbre.

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