Tuareg
A CARZ, para que descubra el mago que lleva dentro,
a UMA para que logre enamorarse de la vida y cicatrice sus heridas
y a Indah para que siga al Tuareg en su camino de belleza;
y para que través de los simbolos:
de la imagen, de los textos y de la música
intuyan al "Mago de la Montaña"
En todos nosotros existe un mago.
Este mago lo ve y lo sabe todo.
El mago está más alla de los antónimos
luz y oscuridad,
bien y mal,
placer y dolor.
Todo lo que el mago ve tiene sus raíces
en el mundo invisible.
La naturaleza refleja los estados anímicos del mago.
Puede que el cuerpo y la mente duerman,
pero el mago siempre está despierto.
El mago posee el secreto de la inmortalidad.
Deepak Chopra. "El camino de la sabiduría"
Enamorarte es una oportunidad maravillosa para ti.
Normalmente vives protegido detrás de los muros de tu propio ego.
Te gusta la invulnerabilidad de que gozas allí.
Enamorarte derriba las murallas.
Quedas expuesto y frágil, pero la emoción arrolladora del amor
convierte tus dudas en un éxtasis en vez del dolor que esperabas sufrir.
Enamorarse significa compartir lo desconocido con otra alma,
estar dispuestos a entrar juntos
en la sabiduría de la incertidumbre.
¡ENAMORAROS DE LA VIDA!
SOY
Soy una lengua dulcemente infame.
Soy un amoroso huracán.
Soy un trueno en una noche de lobos.
Soy un territorio blando, sembrado,
florecido de sentimientos.
Soy un viento tibio que acaricia hablando.
Soy un mago disfrazado de amapola.
Soy un susurro
en la grieta profunda y oscura de la noche.
Soy un embarcadero
repleto de barquitos de sueños.
Soy un ayer añorado
y un futuro incierto.
Soy un delirio sin dueño.
Soy un silencio de maldades
sin fauces, astas y zarpazos.
Soy un soldado contento
en una trinchera de besos.
Soy un arroyo puro
que no quiere bajar al valle.
Soy un saxo arrebatador e intimista.
Soy un dolor disfrazado de carcajada
Soy un poeta de corazón grande
y rima olvidada.
Soy un aliento perseguido y entrecortado.
Soy un tintero seco y olvidado.
Soy un salto mortal
sobre el vacío eternamente aplazado.
Soy una mezcla de acierto y de errores,
de dudas y afirmaciones,
de convencimientos y desconocimientos.
Soy una hoja que, a veces,
se encuentra despajada de la rama,
pero también puedo ser tronco
de raíces profundas.
Soy un vaivén de sentimientos
claros y oscuros,
de aplazamientos íntimos,
y de carreras hacia cualquier parte.
Entono aquí mi declaración expresa
de mis limitaciones,
de mis debilidades,
de mis temores,
de mis delirios.
Puedo ser:
egocéntrico,
pagano,
ridículo,
distante,
insensible,
tornadizo,
distraído,
envanecido,
atormentado
y torpe.
Pero puedo ser:
sensible,
generoso,
amable,
cercano,
amoroso,
intuitivo,
místico,
fuerte,
poeta,
saltimbanqui,
mago,
amigo,
amante.
Entono todas mis contradicciones
Para que puedas sacar
tus conclusiones
desde todos los ángulos físicos
de mi montaña.
Joshua Naraim
"El Mago de la Montaña"
Una puerta a Freelandia:
3 comentarios:
Joshua: hermoso como siempre, alentador, como siempre, silencioso y elocuente...queda como el màgico sabor de entrar a una catacumba y querer descubrir el misterio...es un tumulto de jeroglìficos...a punto de ser descifrados,me ha quedado una rara sensaciòn, pero que lindo es tenerte TAN cerca! que lindo de verdad.
Acabo de hacer un viaje a Freelandia...sin palabras Joshua, volverè.
un abrazo.
"las palabras son nocivas para el sentido exacto de las cosas"
Seguir al Tuareg en su camino de belleza. Ahí es nada: todo un plan de vida. También sus mujeres son muy bellas, y qué decir de las joyas, de los diseños. Bueno, hay que saber algo de ellos para seguir su camino de belleza (http://www.almendron.com/arte/culturas/tuareg/tuareg.htm) . El desierto me atrae casi tanto como la mar. A veces pienso que en mí se cumple fielmente que fuimos creados de barro: mis pies sobre la tierra, bien aferrados a ella, a mis raíces, a mis montañas y prados, y mis manos de niña que acababa de descubrir el agua, helada y de un profundo azul, muy parecido a las vestiduras de los tuareg, aprendiendo mientras que ésta, al escapar entre sus dedos arrastraba en su huída arena y pequeñas conchas, que nada es para siempre. Mi madre dice que no debería poder recordarlo porque era muy pequeña, pero lo recuerdo. Más tarde, imagino, esa sensación se traduce en que no somos más que peregrinos; que hemos de viajar ligeros de equipaje. Muy ligeros. Quizá un simple hatillo en el cual guardar lo justo:“el hoy”, y el aprecio que nos regalan quienes se cruzan en nuestro camino -lo único que podremos llevarnos de aquí- porque eso es lo que nos hace más humanos, más persona y lo que, incluso sin haberlo merecido, nos justificará.
Gracias, Joshua :)
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