"Y todas las cosas para llegar a ser se miran
en el vacío espejo de su nada."
José Ángel Valente
en el vacío espejo de su nada."
José Ángel Valente
Amanece febrero. Mediodía. El tiempo no se sucede.
Qué belleza el agua y la tregua que así se contemplan y callan,
el aire que suave me respira y a mí sabe, y sabe de mí
y me roba el alma para entregármela después transparente
y feliz. El aire me conduce ligera por los campos de heno
de mi corazón, ahora tranquilos, liberados, llenos
de esta savia nueva y esta fuerza indulgente que me colma.
Inmovilidad ante el mundo. Inmovilidad del mundo
que, suave y silencioso, me encauza hacia mí misma
y vuelo amorosamente sobre lo que ha sido y lo que será.
Qué feliz lejos de todo, todo lejos: el verano,
las regiones saladas, el tiempo, la distancia, la vida.
La palabra es la mirada. Con sorpresa, levanto los ojos
y contemplo con emoción que el mar me mira. ¡Felicidad!
Y también las palmeras, la arena de azafrán y aquel antiguo
olivo tuyo. ¡Oh, Señor! La música me asombra. Me escucha.
Por primera vez, estoy en ellos y ellos en mí. Mi corazón
henchido de mi alma y mi alma henchida de mi corazón.
¡Armonía buscada siempre fuera cuando estabas tan cerca!
¡Ceguera de la donación que nos ciega y ciega a los otros
y más nos hiere y nos deja con la vida contra la vida!
Mediodía. El tiempo no se sucede. Salgo de mí y voy a él
y a él me debo. Por fin, la unión deseada me ha sido concedida.
Sara Pujol Russell
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