sábado, 15 de junio de 2013

INVIERNO EN PRIMAVERA


Hoy siento pudor.
Aun así, impúdico,
miro mi desnudez en el espejo,
más no me hallo.
La luz está apagada y la noche es profunda.
Hace frío y me falta tu abrazo y tu voz.

Cuarenta y cinco de mayo, la primavera se resiste a visitarnos. Los habitantes de la ciudad se dibujan todavía con colores de otoño y a los jóvenes no les llega la alegría al cuerpo con tanto paro, tanta desazón y tan poco futuro.

Transito una edad difícil, demasiado joven para ser viejo y demasiado viejo para ser joven.

De salud, no puedo quejarme. Se puede decir que estoy bien en general y mal en los detalles: que si el colesterol, que si la hipertensión, que si la artrosis en la cadera y el desgaste en las rodillas, que si te sangran las encías o cada día ves y oyes un poco menos. Tozudo, sigo practicando mi deporte favorito, el baloncesto, y, ahora, mis rivales y compañeros son los hijos de los que fueron mis rivales y compañeros hace ya más de treinta años. Ellos poseen la juventud, la agilidad, la velocidad, la fuerza y el salto; a mí me queda la ilusión, la experiencia, la técnica y la sabiduría de aprovechar el equipo; y uno se da cuenta de que, como en la vida, los jóvenes pueden y no saben, mientras que los viejos saben y no pueden. Cada día van ganando posiciones otras actividades menos violentas como la meditación, el yoga y la poesía.

Del dinero, mejor no hablar, podría decirse que soy el reflejo, en un pequeño espejo, de este país dónde la gravedad hace que el dinero caiga hacia arriba y la mierda hacia abajo. Mi particular prima de riesgo, de acabar pidiendo en la puerta de una iglesia y comiendo en un comedor social, se dispara. El déficit se agudiza, y sin un trabajo remunerado, se transforma en crónico. Cuando frisas la sesentena un trabajo y un sueño son la misma cosa. ¡Mejor no despertarse! Los ahorros se los llevaron un par de amigos que eran como hermanos, el resto una entidad financiera, todavía en juicio. La esperanza de recuperación, en el mejor de los casos: un 10%, unos 3.000 €.

Y el amor… El amor como casi siempre, en estas circunstancias, desaparecido en combate. De joven y durante muchos años creí: “que lo que queremos nos quiere aunque no quiera querernos...” Ahora cercano a los sesenta, cuando el escepticismo sienta bien y ayuda a sobrevivir, me doy cuenta que a esa creencia le faltaba el final: “…mientras interesa”. En fin, el desprecio, aún con silencio y con buenos modos, es una forma dura de descubrir que no te aman, que probablemente nunca te han amado, aunque tuvieras la creencia y la certeza de todo lo contrario.

Bajo la lucidez del desengaño, siento que la vida es una mierda, ahora… pero también sé que es un privilegio, y que tenemos el deber de vivirla y lucharla aunque sea invierno en primavera.

Joshua Naraim



4 comentarios:

María dijo...

Supongo JOSHUA que cuando la vida zurra tan duro como parece a ti te ha zurrado, todo lo que se pueda decir ante tus conmovedoras palabras sobra... tú lo sabes todo, la vida te lo ha enseñado a guantazos la forma más dura de aprender pero si a pesar de todo el desencanto de tus palabras eres capaz de escribirlas aun te queda valentía más que de sobra para seguir jugando tu partida, no se entrega el rey hasta que te lo tumban y siempre se puede hacer tablas aun solo con él en pie:))

Tampòco aquí ha llegado la primavera fuera, pero dentro a mi no me la va a robar nadie por más que se empeñen.

Ánimo, ese que sé que a pesar de todo te hace escribir. Graacias por hacerlo.

Un abrazo grande... mételes un mate a esos niñatos que tú puedes:))

Anónimo dijo...

No puedo añadir mucho más de lo dicho por mi querida María!!!.
Tampoco puedo ofrecer mucho en estos momentos.. pero que sepas que me has hecho pensar y tocar tierra de nuevo ( metafóricamente claro..)..
Te envío sinceramente un gran abrazo y dos besos..
flor-i

Esta "anónima", te dice sólo una cosa.. vivir merece la pena... a pesar de todo.
un beso

Marrubi dijo...

Creo que lo que ha dicho mi preciosa Flor-i, es totalmente cierto.

Vivir merece la pena...a pesar de todo.


Un saludo.

Joshua Naraim dijo...

Aunque no se ve, pero no se borra, tengo tatuada el alma con tres violetas que representan: la humildad, la sencillez y la modestia.

Hoy mis violetas se asocian a tres nombres: Flor, Marrubi y María.

Gracias por vuestra visita, por vuestro abrazo, beso o saludo,por ese intercambio de ternura con afecto que transmite energía y alumbra.

Abrazos de alma.

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