Antaño lo virtuoso era la fidelidad a los valores, a los credos, a la palabra dada. Permanecer a pesar de las tentaciones y los obstáculos. Hasta el final. No extraviarse por caminos fáciles, no caer en las "trampas de la vida", aquellas que enredaban a tantos, a quienes compadecíamos y condenábamos por igual.
Pero hoy somos animales heréticos, versados en el arte de traicionar y reinventarse, sabedores de que la fidelidad es la gran deslealtad, pues no hay verdad que al tiempo no esclavice ni divorcie del espíritu que la alumbró. Sólo una regla debe observarse, vigilar con atención el momento de la herejía pues ocurre - a veces - que la persona amada nos ve marchar hacia los brazos de quien hoy todavía es su enemigo.
Con ojos llorosos nos ven abrazar lo que juramos combatir, beber de la copa de la condenación, virar el rumbo hacia costas extrañas. Es entonces el día del divorcio y la pena, del nacimiento de un silencio y un juicio entre los dos, porque nadie soporta el brusco cambio de vida, no conocer al compañero amado, verle mudar de planeta. Justo allí a donde irá a parar si el miedo y la soledad no se lo impiden.
Escrito por Zol
1 comentario:
Tus letras me parecieron muy exactas para la conciencia pues en definitiva todos tenemos hasta cierto grado parte de responsabilidad de ese juego llamado infidelidad...seamos los infieles o los engañados...formamos parte del triangulo y del vicio en el que cada día alcanza más..
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