martes, 15 de mayo de 2007

Tristeza

Yo estoy hecho a la tristeza,
y la tristeza esta hecha a mí
sin la tristeza no vivo
y ella no vive sin mí

De repente, se dio cuenta de que su vida avanzaba lenta, hacia ninguna parte, como la cucaracha que trepaba por la cortina del salón y ni siquiera sabía, con seguridad, si las cucarachas trepan por las cortinas de un salón, Y el salón estaba lleno de libros y, de pronto, le pareció todo un cementerio. Y los libros, las lápidas de esos señores que los escribieron y que figuraban en las portadas, muchos de ellos efectivamente muertos. Y se dio cuenta de que la tristeza es lo contrario de la alegría y que la tristeza también puede matar, por ejemplo, un domingo por la tarde. Y pensó en todos esos barcos que cabecean atados, amarrados, en los muelles del mundo. ¿Qué es mejor? La tormenta en medio del océano o la tormenta de nervios en un vaso de agua. La aventura exterior o la doméstica. ¿Qué es más duro? No lo sabía, mientras miraba a la cucaracha que trepaba y que podía llamarse Gregorio Samsa, como la de Kafka. Recordó él, no Samsa, que, cuando niño, todo funcionaba como la lavadora que estrenó su madre con instrucciones en cinco idiomas. Recordó que el escritor Pessoa decía que él no era pesimista, que era triste, algo muy distinto. La tristeza sólo es necesaria para librarse de ella, y rápido.
César Casal

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