-¿Qué tal estás?
-¡Cómo los japoneses!-dice sin mover los labios
-¿...? -me sorprende la respuesta.
- Jodido (con perdón), resignado y aparentemente tranquilo -aclara.
Decido desayunar fuera, en un sitio nuevo, desconocido, extraño. Tomo un periódico del día, lo abro al azar y caigo en las páginas de opinión y leo una carta de un desconocido F. Javier Santos que titula:
¡Por qué no se indigna?
Acaso, ¿no hay motivos más que suficientes para indignarse?
La deuda hipotecaria no se salda con la entrega de la vivienda.
Los salarios deben bajar, y debemos trabajar más horas.
La libertad de movimiento de los capitales es sagrada, aunque esté más que demostrado que sirve única y exclusivamente para especular y crear riqueza, a unos pocos, y pobreza y sufrimiento a la mayoría.
La inflación interesa mantenerla en unos niveles que permitan reducir los salarios reales,
y así transferir rentas del trabajo a rentas del capital.
Los precios de los carburantes están concertados y bien atados, de competencia nada.
Se reducen todo tipo de ayudas y prestaciones sociales.
Se fomenta el modelo de trabajo chino, modelo feudal y cuasi esclavista.
Se desprestigia lo público de forma torticera e interesada.
Se publicitan virus mortales, que a la postre no lo son tanto, para regocijo de las farmacéuticas.
Se alarga la edad de jubilación con la única intención de reducir unas pensiones ya de por sí pequeñas.
Los sueldos de los ejecutivos son indecentes.
Las ganancias de la gran banca son inmorales.
La educación, la de la escuela y la de la familia, está en mínimos y bajando. Etc.
Martin Luther King, en agosto de 1963, dijo aquello de: I have a dream?.
Nuestro sueño hoy, como ciudadanía, debería ser la lucha sin cuartel por una política y unos políticos con mayúsculas.
Si la indignación acaba por convertirse en explosión será muy tarde.
Regreso a mi cueva medio vacío o medio lleno de optimismo e indignación.
Entrevista Buenafuente a Emilio Duró:
2 comentarios:
Cuando un sistema entra en barrena: en este caso hacia la avaricia total, sus días están contados porque ha roto las reglas de juego que lo hacían posible. Un abrazo.
¡Indignémonos! puede que contagiemos a otros, puede que la explosión llegue, y hasta puede que ese que nos imita cambie el gesto a rebelde y nos saque del despropósito en que nos hallamos.
Un beso
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