miércoles, 27 de agosto de 2008

No hay olvido donde hay huella

Después de unos días de silencio,
aún sin palabras que me hagan abandonar este retiro
me asomo a esta mágica ventana,
para corresponder a vuestra visita.
Os percibo en la sombra,
mis soles anónimos,
mis soles conocidos.
Con intención reedito
un ya antiguo texto,
producto de la fusión y del encanto,
de la intriga y el respecto,
a mitad de camino
entre soledad y compañía.
Mi abrazo más agradecido.

No hay olvido donde hay huella
aunque el silencio sea largo y profundo…

Sigo esperando que vuelvan
las sirenas que secuestran al sol
mientras llora desconsoladamente el mar.
Y escuchar de tu voz un secreto
que empieza y nunca acaba,
que va y viene,
y se va…

Y que vengas…
porque necesitas contarme tantas cosas:
los veranos de tranquilón y alfalfa,
los otoños de vides,
los inviernos de abrigo,
y las madrugadas oscuras,
oscuras como para pescar estrellas;
y el cansancio…
ese cansancio de no saber
y saberte tan lejos…
…y, a la vez,
tan cerca.

Sigilosa te asomas, como siempre, a mi ventana
y percibo
tu sombra y tu sonrisa,
tu perfume y tu silencio,
tu luz callada y tu voz rota
tu impaciente paciencia,
tu discreción y tu respeto.

Hoy quiero romper este silencio
profundo y largo
porque no hay olvido
donde hay huella.

Joshua Naraim





1 comentario:

Mar dijo...

Qué hermosa forma de agradecer, Joshua, y porque "no hay olvido donde hay huella" hoy vengo yo a agradecerte a ti estos regalos.

Bicos y ternura.
Mar

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