miércoles, 4 de junio de 2008

La luna no se inmuta

la luna no se inmuta
Por diversas razones en mi pensamiento
dedico estas letras:
a Indah, aVesta, a Mar, a Camila,
a Marian, a UMA, y a Luz.
Un fascinante arco iris de mujeres,
plenas de color, calor y encanto
Joshua Naraim

En mi mundo, yo soy todo lo que es.
No hay nada que olvidar,
nada que perdonar,
nada que recordar,
ningún rencor que mantener,
ningún conflito que disputar,
nadie a quien ofender;
incluso en el conflito
no hay conflito.
Deepak Chopra

Ella sentía; él pensaba. Ella daba mucha importancia al corazón; él valoraba por encima de todo el intelecto. El suyo había sido un matrimonio de conveniencia, como tantos otros en las lejanas tierras del Oriente. Se querían, pero no se entendían. Eran jóvenes, más entre ellos se interponía un gran abismo. Él atendía los negocios de la familia, de espaldas a los demás; ella atendía a todos, de espaldas a los negocios de la familia.

-Si fuera por ti –le reprochó él un día-, estaríamos en la miseria y no tendríamos qué comer. No sólo eres dadivosa con nuestros familiares y amigos, sino incluso con los desconocidos y hasta aquellos que nos detestan.

La joven repuso con unas palabras de Buda:
-Marido mío, “dieciséis veces más importante que la luz de la luna es la luz del sol; dieciséis veces más importante que la luz del sol es la luz de la mente; dieciséis veces más importante que la luz de la mente es la luz del corazón”.

Más era un hombre de mente calculadora y replicó airado:
-¡No digas tonterías! Nada es más importante que la luz de la mente.
-Pero el mayor poder es el del corazón, es decir, el del amor.
-El mayor poder –protestó secamente el hombre- es el del cerebro, es decir, el de la mente.

El hombre se volvió cada vez más frío, calculador e insensible; la mujer más tierna, entrañable y cariñosa. Él cada vez era más irascible y ella, cada vez más sosegada.
Los años pasaron. El hombre acumuló una gran fortuna, pero su carácter era cada vez más violento. La mujer había aprendido a amarle, como a una criatura casi enferma. Él comenzó a sumar enemigos, pero ella cada vez contaba con más personas que la querían. A nadie ayudaba el hombre, ya ni siquiera a los suyos, en tanto su esposa era como una brisa de benevolencia y cariño para todos, sin exclusiones. El hombre comenzó a debilitarse y a envejecer prematuramente, en tanto que la mujer cada vez estaba más fortalecida, joven y hermosa.

-¿Cuál es tu maldito secreto? –le preguntó el hombre lleno de resentimiento y envidia.
-No hay más secreto que el del amor –respondió la mujer apaciblemente.

Pero el marido estaba convencido de que el secreto no era ése.
Como ella siempre respondía lo mismo, un día el hombre se encolerizó y la golpeo sin clemencia. Aunque ensangrentada y cubierta de hematomas, la mujer no se turbó y, lo más sorprendente, después de recibir la paliza, miró afectuosamente a su marido. Él se sintió avergonzado y prorrumpió en un llanto incontenible.

-¿Cómo es posible que no te inmutes?
-Acompáñame –dijo la mujer por toda respuesta a su esposo, todavía sollozante y sin dejar de pedir perdón.
Salieron al campo. Dejaron atrás el pueblo, sumido en el silencio de la noche, una noche espléndida y luminosa.
-Mira la luna –dijo la mujer, y después añadió-: Escucha el aullido de los chacales. Aúllan, pero la luna no se inmuta, no pierde su equilibrio. Tampoco deja de iluminar la noche espontáneamente. No podría hacer otra cosa aunque quisiera.

El marido, hundido en la desesperación, cayó a los pies de su esposa y los besó.

Sólo vivió dos años más, pero había comprendido que un mundo sin amor era un infierno y durante el tiempo que le quedó de vida se reconcilió con aquellos con los que había peleado, pidió perdón a los que había ofendido, resarció con creces a los que había explotado y encontró la calma interior. Antes de morir le confesó a su esposa:

-Tú hiciste crecer mi semilla del amor. Así mi vida ha tenido algún sentido. Aunque los chacales aúllen, la luna no se inmuta en el firmamento.

Ramiro Calle. De “El libro del amor”



2 comentarios:

UMA dijo...

Conmovedor...
Primero agradecerte la dedicatoria, que me ha colmado de dicha, porque el afecto es mutuo y lo disfruto.
Despuès agradecerte que siempre me inclinàs a amplias reflexiones, sobre mi vida, sobre mì misma, sobre algunas incomprensiones sabès echarme luz...y hoy especialmente hoy, necesitaba algo de lo que dijiste para poder afrontar algunas cosas y para ello necesito esa mirada de luna inmutable.
Voy a llorar, lo harè.
Gracias, Joshua, mil gracias, mi Alto Mago.
Bicos y ternura.

Mar dijo...

Gracias Joshua... no había visto esta maravillosa dedicatoria y me siento halagada por estar entre las mujeres que te hemos hecho pensar en la luna :-)))

Un beso agradecido.

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