Al cabo de un tiempo, pareció que ella ya no lograba ningún progreso, que había ido lo más lejos que podía en su intento y que no podría avanzar más.
Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa: tomó una tijera y cortó el resto del capullo. Así, la mariposa salió fácilmente, pero su cuerpo estaba atrofiado, era pequeño y tenía las alas aplastadas.
El hombre continuó observándola porque esperaba que, en cualquier momento, sus alas se abrirían, se agitarían y serían capaces de soportar el cuerpo, el que a su vez, iría tomando forma.
¡Nada ocurrió!
En realidad, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo deforme y alas atrofiadas. Ella nunca fue capaz de volar.
Lo que el hombre, en su gentileza y voluntad de ayudar, no comprendía, era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña abertura, era el modo por el cual la naturaleza hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa llegara a las alas, de tal forma que ella estaría pronta para volar una vez que estuviera libre del capullo.
Algunas veces, el esfuerzo es justamente lo que precisamos en nuestra vida.
Si se nos permitiera pasar a través de nuestras vidas sin obstáculos, seríamos lisiados. No tendríamos la fuerza que podríamos haber tenido, y nunca podríamos volar.
Pedí fuerzas... y se me dio dificultades para hacerme fuerte.
Pedí sabiduría... y se me dio problemas para resolver.
Pedí prosperidad... y se me dio un cerebro y músculos para trabajar.
Pedí coraje... y se me dio obstáculos que superar.
Pedí amor... y se me dio personas para ayudar.
Pedí favores... y se me dio oportunidades.
"No recibí nada de lo que pedí... pero recibí todo lo que necesitaba".
7 comentarios:
Precioso texto, y lleno de la autentica realidad .
Aprendemos de los errores de los fracasos,nos hacemos mas fuertes ante las abversidades de la vida para seguir luchando.
mil besos .
Tienes un sexto sentido -inteligencia?- para ver las cosas tan sencillas y tan difíciles.
Un abrazo.
Tenemos que sacar lecciones de las dificultades, Aixa. Si caemos 100 veces, levantarnos 101.
Besos a discreción.
Ya quisiera, Mateo, desarrollar ese sexto sentido. Bueno, lo intento.
Aunque algo tendré en mi parte femenina.
Un abrazo.
Deberíamos tener esta lección siempre presente, desaparecerían más de la mitad de las quejas que diariamente proferimos.
Un beso querido amigo
PS.: Muy agudo lo de tu parte femenina :)
Tendemos a la comodidad, a la queja y a veces a la superprotección.
Un beso, Gaia.
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