sábado, 5 de noviembre de 2005

Un tipo vestido por el sastre de Dios

A Indah

"La gramática tiene sobre el cuchillo la ventaja
de que no te manchas de sangre
ni arriesgas al mismo tiempo la libertad y el prestigio".

Esto de escribir tiene la ventaja de que el mundo no es como sucede a tu alrededor, sino como ocurre en tu cabeza. Los hechos, las cosas y las personas se despliegan en el revés de tus ojos según le venga en gana a las pulsaciones de tus dedos. La vida no es más que un puñado de párrafos, muchacho, y con un mínimo de literatura puedes recorrer el mundo en folio y medio sin haber sacado jamás los pies de la esfera del reloj. A todos nos salta alguna vez la idea de matar a un enemigo y disimularlo en el congelador con la mitad de un ternero. No cometemos el asesinato porque somos torpes, dejaríamos más huellas que dedos tenemos y acabaríamos de amantes de un violador en una de esas cárceles en las que incluso los pájaros del patio mean sangre y cerrojo. Es preferible matarlo por escrito en el teclado del ordenador y quedarnos luego con su chica, con su coche y con aquel traje que le hacía más alto y más delgado y como que le daba mas liquidez en el banco. La gramática tiene sobre el cuchillo la ventaja de que no te manchas de sangre ni arriesgas al mismo tiempo la libertad y el prestigio.
Los grandes crímenes del cine salieron de la mente de un escritor, igual que los momentos más tiernos, las escenas de amor, los tiempos perdidos en los que no ocurre nada hasta que en el presagio del atardecer aparece por el horizonte, como una mata de perfume, el humo del tren en el que viene la nueva maestra del pueblo inhóspito y apartado, la chica inocente que aún conserva en el peinado el molde de las manos de su madre. A veces mis dedos desnudan una mujer aunque sólo sea por darme a continuación el infinito placer de imaginarla vestida. O redacto un tipo cruel y sin alma que mira la espeluznante fotografía de aquella escuálida y exánime niña de Ruanda acechada en cuclillas por un ave de rapiña y el muy cabrón sólo tiene un fugaz instante de sorna y misericordia para preguntarse qué diablos habrá sido del buitre.
Ahora que tanto nos preocupa la enfermiza obsesión por la salud, mis dedos se permiten recrear en la mágica libertad del ordenador las arbitrarias patologías de mi infancia, cuando en la guerra los soldados echaban una mano en la amputación de su otro brazo y en el instrumental de los quirófanos jamás faltaba un cenicero. Conocí en mi teclado a un tipo desconfiado que echaba al correo las palomas mensajeras y a una chica que me aseguró que Cary Grant no habría sido tan alto ni tan apuesto si el guionista de "Charada" hubiese tirado a la papelera aquellas frases que parecían escritas para él por el sastre de Dios.
A veces pienso que no hay mujeres feas, sino mujeres mal contadas. Nuestras vidas ganarían muchos si sustituyésemos el espejo por la máquina de escribir. No importa que te rechace con desprecio la mujer con la que soñabas , muchacho, si a continuación te encierras a solas con tu puño y letra y cuentas que justo a mitad del instante en el que te dejó plantado, reuniste el vocabulario y los reflejos para capear el asunto diciéndole que no estabas en absoluto seguro de que aquello fuese a salir bien pero, ¡que demonios!, incluso el hombre más gris y rutinario tiene derecho a no morirse sin sentir la sensación de haber sido despreciado por una mujer más interesante que su alma.
Algo así está al alcance de cualquiera. Nos acobardamos por falta de vocabulario y porque nos fiamos más de la ropa que de la sintaxis. Con un cigarrillo y una maquina de escribir, muchacho, todo tiene remedio, incluso cuando llegado el instante de la mortaja apartas el jarabe del viático, sacas las manos del sudario y te permites la terminal arrogancia de escribir que con un poco de imaginación, incluso la muerte puede parecer un cumplido. Aunque para tus adentros no lo creas, amigo mío, y sea evidente que a la vida casi siempre le falla la literatura y que a veces tienen más premio los tipos que actúan convencidos de que al corazón de una mujer es más divertido llegarle a través de sus piernas...

José Luis Alvite

2 comentarios:

indah dijo...

Gracias Joshua :) Alvite, y sus "cachines" inmensos. Es alguien a quien me gustaría conocer. No solo ha conseguido infinidad de veces hacerme reír con su ironía e ingenio, sino que, con frecuencia, me ha hecho ver el trocillo de mundanal ruido que me pertenece, desde su propia perspectiva. Y al tiempo, o poco después, ha logrado que le envidiara por lo bien que escribe. No, nada de sana envidia: de la mala malísima :))

Gracias de nuevo.

Mar dijo...

Alvite, sí... hace algún tiempo alguien nos proporcionaba cachines de Alvite en las ñus (recuerdas, Indah?) me gusta Alvite.
Y me gusta esta imagen, un sastre humilde. En Essaouira ví uno, un artesano que nos ofreció té y permitió que curioseasemos en su cuartito, porque aquello no era una tienda ni un taller ni nada, era eso, un cuartito de 2 x 2 en el que hacía chilabas. Se parecía mucho al de tu fotografía.
Gracia Joshua :****

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